De acuerdo con la Carta Andina para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos, por grupo de especial protección se entiende a un colectivo de personas que se encuentran en una situación de potencial o real afectación de sus derechos. En esta línea, el Plan Nacional de Derechos Humanos 2018-2021(PNDH), define a los grupos de especial protección como aquellos donde se demuestra una precaria vigencia de su derecho a la igualdad y no discriminación. El PNDH identifica trece de estos grupos, entre los cuales se encuentran los niños, niñas y adolescentes (NNA).
Con la llegada del coronavirus, se evidenció el real nivel de vulneración de los derechos fundamentales de los NNA en nuestro país. A julio del 2021, de acuerdo con la base de datos abiertos del Ministerio de Salud, 1045 menores de edad habían fallecido a causa de la COVID-19 en el Perú, lo que nos ubica con una de las tasas más altas de mortalidad a nivel mundial. En América Latina solamente Brasil nos supera, con 2975 fallecimientos según Vital Strategies, un grupo de investigación sobre salud pública. Sin embargo, es importante recordar que Brasil tiene seis veces más población. En Argentina la cifra de NNA fallecidos es de 262, según la unidad de datos de Infobae. En México, un país que tiene 4 veces la población del Perú, se calcula que han fallecido 600 NNA, de acuerdo con lo expresado por subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell.
Si nos comparamos con los países desarrollados, la situación se torna dramática. El portal de datos alemán Statista indica que en Suecia, una de las naciones europeas que tuvo peor manejo de la pandemia, habían fallecido quince NNA, mientras que en Suiza la cifra se ubica en tres.
Sin embargo, el drama que enfrentan las niñas, niños y adolescentes tiene otras manifestaciones igualmente terribles. Perú no solamente tiene la mortalidad infantil más alta del mundo debido a la pandemia, sino que también lidera el ranking mundial de NNA que han perdido a sus cuidadores primarios, sean papá, mamá, abuelos, etc. De acuerdo con un informe de la revista médica británica The Lancet, en nuestro país la tasa de por cada mil niños que perdieron a sus cuidadores primarios se ubica en 10.2%, en un lejano segundo lugar está Sudáfrica con 5.1, México tiene 3.5, Brasil 2.4, Colombia 2.3 e Irán 1.7. Una tragedia sin paragón.
De igual forma, la llegada de la pandemia propició que el endeble sistema de salud peruano dejará de atender otro tipo de enfermedades vinculadas con la infancia. Según información del Minsa, el porcentaje de vacunación contra el rotavirus pasó de 98.9% en el 2018 a un raquítico 75.6% el 2020. La vacunación contra la influenza se desplomó de 100 a 81.3% y la pentavalente de 96.6% a 72.1% por mencionar algunos ejemplos. Ante este panorama, sería realmente dramático que resurjan enfermedades ya erradicadas como la polio.
Otro aspecto crítico tiene que ver con la educación. Van más de 500 días de pandemia, y las brechas de acceso a la educación se siguen ampliando, especialmente para aquellos menores de los niveles socioeconómicos más bajos. La falta de acceso a internet, la ausencia de equipos informáticos ha ocasionado que muchos NNA, especialmente los que viven en zonas rurales y urbano periféricas, vean limitado su derecho a la educación. Es importante recordar que un estudio del Instituto Peruano de Economía (2019), identificó que más de la mitad de los colegios del país, 34 mil aproximadamente, no cuentan con los tres servicios básicos: agua, desagüe y electricidad.
¿Cómo hemos llegado a esta situación? La explicación es multicausal, los determinantes sociales de la salud que rodean a la niñez peruana en muchos casos están en un nivel cercano a los países del África subsahariana. Viviendas hacinadas sumamente precarias, bajo saneamiento y acceso al agua potable, transporte público de una calidad paupérrima, altísimos niveles de obesidad y desnutrición, un sistema de salud sumamente débil, centralizado y corrupto, porcentajes muy elevados de trabajo infantil que ponen a los NNA en situaciones de gran riesgo.
A manera de conclusión, el coronavirus ha puesto en evidencia una situación desoladora que muchos no querían ver, que el Perú es uno de los peores países para ser niño o niña. Esta realidad dramática requiere cambios totales y profundos a todo nivel.
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