Uno de los ejes centrales de la segunda vuelta electoral es el “modelo económico”. Es decir, la estrategia que el Perú ha seguido a partir de la Constitución de 1993 para lograr ser un país desarrollado, con altos estándares de vida para sus ciudadanos. Un primer acercamiento nos señala que el modelo está dando resultados bastante positivos.
De acuerdo con la data del INEI, la pobreza monetaria (PM), vale decir aquella medición que utiliza el gasto como indicador de bienestar, tuvo una drástica reducción en el Perú. La PM pasó de 33.5 % el 2009 a 20.2 % el 2019. Para el INEI, una persona no pobre tiene una capacidad de gasto de S/. 352 soles mensuales.
Sin embargo, la PM no estaría recogiendo la complejidad social y sanitaria que aqueja al Perú. Un ejemplo es la región de Madre de Dios. De acuerdo con el Mapa de Pobreza Monetaria del INEI publicado en febrero del 2020, en Madre de Dios la PM es inferior a 5 %, la segunda más baja del país. Sin embargo, los problemas que la aquejan son ampliamente conocidos. Es la región más deforestada del continente (RAISG, 2019), además el 57 % de la niñez y el 25 % de las mujeres en edad reproductiva padecen anemia. Por otra parte, es considerada el epicentro de la minería ilegal y lidera el ranking nacional de víctimas de trata de personas (Ministerio Público, 2018).
Por lo tanto, se podría señalar que la metodología de Pobreza Monetaria estaría siendo insuficiente para medir el real desempeño el modelo económico y su impacto en la calidad de vida de la ciudadanía ¿Existe una metodología que nos aproxime de una mejor manera a la real situación del país?
La respuesta es sí, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), posee instrumentos que nos pueden aproximar a la verdadera situación de la población. Es importante señalar que el IDH es un indicador que calcula los progresos de un ámbito geográfico (país o región), en tres aspectos básicos: i) esperanza de vida al nacer, ii) tasa de alfabetización de adultos y iii) PIB per cápita. Cada año la Organización de las Naciones Unidas (ONU) elabora un ranking de IDH de todos los países del orbe. En su informe del 2019, Noruega era el país con mayor IDH del mundo con 0.954, mientras que el país africano de Níger ocupa el último lugar con apenas 0,377. El Perú, con un IDH de 0.759, se encuentra en la posición 82 de 189 países.
Sin embargo, el IDH peruano oculta enormes desigualdades y precariedades. Por lo tanto, propongo un ejercicio, utilizando la data del PNUD del 2019, equiparemos el IDH de las 195 provincias existentes a nivel nacional con países del planeta. Por ejemplo, el IDH más alto del Perú a nivel provincial es el de Lima con 0.725, muy similar al de Azerbaiyán. En la posición 15 está Huaral, con un IDH de 0.651, idéntico al de Guatemala (0.651). La situación comienza a ponerse preocupante muy rápidamente, en la ubicación 50 está la provincia de Puno, con un IDH de 0.5426, muy similar a Papúa Nueva Guinea (0.543). El análisis tiene ya tintes dramáticos cuando nos damos cuenta de que Paita tiene un IDH inferior al de Siria, 0.547 versus 0.549 respectivamente, y que 145 de las 195 provincias del Perú tienen un IDH inferior al de Nigeria. El escándalo emerge cuando vemos que existen 68 provincias a nivel nacional que tienen un IDH menor al de Níger, el país con menos IDH del mundo.
Por lo tanto, es totalmente entendible que el 86 % de la población (Ipsos), esté de acuerdo con cambiar el “modelo”, ya que en materia de IDH tenemos resultados realmente desastrosos. A su vez, el IDH explica en parte la calamitosa respuesta del país de cara a la pandemia, recordemos que el Perú tuvo el peor desempeño del mundo en el 2020.
A manera de conclusión, ¿qué hacer? Queda claro que debemos reconocer que el concepto de Pobreza Monetaria ha quedado corto ante la complejidad multidimensional que el Perú enfrenta. Es hora de considerar otros mecanismos de medición, en aras de tener políticas públicas de mayor impacto.
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