“Se metieron con la generación equivocada” fue el lema con el cual la juventud peruana, en un gesto rápido, unánime, eficaz y valiente, logró derrotar a las artimañas de un Congreso mayoritariamente desubicado, dedicado a los bajos intereses personales y las peleas gallineras mientras toda la chacra estaba en llamas. El evento fue tan certero e inédito que el propio nuevo Presidente interino tuvo que reconocer públicamente que había sido entronizado por nada menos que esta Generación.
Es difícil juramentar ante la esperanza, ante la razón. Tremenda responsabilidad para un profesor universitario como Sagasti saber que no le debe el puesto a una autoridad institucional, sino a la misma alma de la Nación levantada para reponer al Estado sobre sus pies. Y que no se equivoque la próxima persona elegida en abril: por encima de todo lo que hará, habrá una mirada atenta y aguda, lista para enjuiciar codo a codo y calle por calle si fuera necesario (¡ojalá que no sea nunca más necesario!) las irracionalidades y crudas injusticias. Es la Generación bicentenario, la que no se equivoca.
A todas luces, la generación anterior, la que está al mando de lo público y de lo privado, sí se equivoca. Cree que la Ley es una letra mas no un espíritu. Cree que el Estado es una cancha para meter goles para su equipo, mas no una función de ordenamiento del bien común. Cree que la política es una caverna oscura de Platón en la que hay que pelear por su vida, mirando de costado y hacia sus espaldas de dónde vendrá el próximo golpe, mas no un horizonte abierto para construir el futuro, con la brújula de las tres virtudes andinas: Munay, Llankay, Yachay (traducción para los que siguen desconociendo las hermosuras de su propio país: Cariño, Trabajo fructífero, Sabiduría).
Esta generación anterior es vieja como el Virreinato. Cuando el Virrey decía: “La ley se acata, pero no se cumple”, los que siguen hoy al mando responden en coro: “Hecha la ley, hecha la trampa”. Pues a todos ellos la Generación bicentenario les dice que ya basta. Es tiempo de descartar la moral cavernícola, la que sale pecho inflado a denunciar la “incapacidad moral permanente” del otro, y poner a una ética universalista en su lugar, que sepa asegurar la funcionalidad y racionalidad del Estado.
Es tiempo de descartar también a ese falso periodismo de denuncias y escándalos permanentes, que va a buscar su “información” en los pasillos del Congreso y la comisaría de la esquina, para poner en su lugar la construcción del sano debate público, basado en datos científicos locales y globales, regado por las buenas prácticas que sí existen en el Perú pero que muchos medios no quieren ni mirar, porque les da flojera indagar en el país de verdad; un debate nutrido por todas las innovaciones sociales y ambientales que se están dando ahora en el mundo para edificar un verdadero Desarrollo justo y sostenible, con metas, métodos e indicadores ecológicos científicamente calculados. Pues la Generación bicentenario no está más sujetada al televisor farandulero, sino que tiene la valiosa capacidad de abrirse al mundo a través del Internet.
En el mundo, lo que está pasando es que los Donald Trump están cayendo, mas no las Greta Thunberg. La ciudadanía en Holanda, Filipinas, Francia, Pakistán, enjuicia a sus propios gobiernos por “inacción climática”, y gana los juicios, poniendo así a la reorientación ecológica de la economía como primer punto en la agenda política, so pena de condena del Gobierno de turno por los tribunales del mismo país. En el mundo, por primera en 2020, hubo más flujos financieros hacia las energías renovables que hacia las fósiles. El Perú tiene todo que ganar y puede repuntar mundialmente en este nuevo contexto, porque tiene todos los recursos naturales, culturales y ahora generacionales para hacerlo. El país inventor de tres mil tipos de papas se clasificaría fácilmente a un mundial ecológico, en la cancha de la biodiversidad, con tal que sepa elegir bien a la selección.
Todo eso será chino para la vieja guardia de la politiquería peruana, adiestrada durante la generación del “chino” y los vladivideos, a que la acción política no es más que argucias, ardides, enmascaramientos, socarronerías, con la nariz en los textos legales para ver cómo sacar su agosto de ellos. Se equivocaron de generación en noviembre pasado, cuando quisieron utilizar una vez más la legalidad en forma ilegítima para sus mercachifles intereses. Ojalá que se consolide esta tendencia en abril, ojalá que el Perú vuelva por largo tiempo a practicar sus tres virtudes: Munay, Llankay, Yachay, y que pronto no quede ninguno para preguntar: ¿Qué significa?
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