La sociedad civil cuenta con instrumentos para hacerle frente a las consecuencias de la COVID-19. El activo más importante que tiene la sociedad civil (al ser un colectivo) es el capital social que, siendo bien utilizado, puede ser un recurso clave para disminuir la posibilidad de un rebrote. Cuando la ciudadanía hace uso de valores sociales tan importantes como la amistad, la cooperación, la confianza y la reciprocidad, están utilizando, precisamente, el capital social. Concepto que alude a los sentimientos de solidaridad, reciprocidad y cooperación que una persona o grupo sienten por otra persona o grupo, y que son retroalimentadas con actitudes de confianza, en las que se incluyen también la empatía, el sentido de obligación y la confianza hacia los otros miembros de la sociedad.
Al respecto, Putnam sostiene que el capital social, desde el punto de vista económico, es un activo con el que cuentan las personas, los grupos y las comunidades en general para acceder a otros capitales de forma coordinada y con ellos a bienes y servicios necesarios para la vida. Se desprende entonces que su pertinencia radica en la capacidad que tiene para contribuir a que las personas puedan acceder a otros recursos, en especial económicos. Es así que las personas usan este capital social para conseguir objetivos tan sencillos como ayuda para alimentos y otros más complejos como compañía, manteniendo la distancia, para conversar y así menguar las crisis que inundan la cotidianeidad. Una demostración de la importancia del capital social es el uso adecuado del programa Qali Warma vinculándose con las organizaciones de base para brindar una asistencia más que urgente en diferentes territorios del país
El Banco Mundial reconoce cómo el capital social permite a los ciudadanos movilizar recursos y lograr metas comunes: “sirve de mecanismo de seguro para los pobres que no tienen acceso a las alternativas del mercado. Por tanto, es importante facilitar la formación de nuevas redes cuando las antiguas se están desintegrando” ¿Tenemos metas comunes? Por supuesto, evitar que un rebrote sea doloroso, recuperar las condiciones económicas, gestionar la oportunidad de una educación incluyente, entre otros. Y es que no solo se trata de la pertinencia del capital social para responder mejor a diferentes escenarios de crisis, sino que también permite alivianar y distribuir las cargas dentro de los grupos sociales que impone la pandemia. Más aún cuando nos encontramos en una situación casi evidente de desconexión con la población por parte del gobierno y que ha llamado la atención hoy más que nunca. Por ello, un rebrote podrá ser menguado si existe capacidad de comunicación y contacto entre las instituciones y las redes sociales.
En consecuencia, el capital social permite a las personas ampliar sus oportunidades y disminuir la vulnerabilidad, pero no opera solo como único capital. El activo capital social no reemplaza a los activos económicos, laborales, ni el papel de las políticas públicas y del mercado. Se requieren recursos naturales, físicos, humanos y financieros para salir adelante. Se precisan también nichos de oportunidades: mercado, oportunidades de empleo, baja segregación social y baja discriminación. Nada será suficiente si no se toma en cuenta la importancia del capital social como herramienta necesaria para seguir sobreviviendo a esta pandemia.
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