Frente a las incapacidades políticas para establecer soluciones a las demandas sociales, fue fundamental el acuerdo transversal, de hace un año, en el mundo político chileno entre el gobierno y la oposición para construir un nuevo camino de inclusión e igualdad. La sociedad, no total pero sí en su gran mayoría, no solamente quería medidas contra las desigualdades sino una nueva ley fundamental. Una nueva ley que no potenciara vigorosamente el crecimiento de la economía hacia el desarrollo, pero que, en realidad, promovía una petrificación de la desigualdad cada vez más pronunciada en donde los derechos sean accesibles a ciertos sectores y a otros les resulte casi inaccesibles.
Deberíamos preguntarnos constantemente si es correcto convivir con una constitución diseñada en su mayoría durante una dictadura, tal y como ocurrió en Chile. Esta constitución establecía un blindaje en lo político institucional y en lo económico-social, dos blindajes destinados a perpetuar el orden creado por Pinochet, definida como una constitución neoliberal que otorga protagonismo al mercado ¿Es normal esto en las constituciones de los países? Donde la propiedad privada está por encima de los derechos públicos que son elementales como el acceso al agua, a la educación, las jubilaciones, entre otros, todas estas reguladas por el mercado. Otro aspecto, es que queda reducido al mínimo la movilidad social y eso genera una petrificación de las diferencias.
Esta realidad surge de la Constitución de 1980, próximamente reformulada a partir de más del 78% de los votos que dieron un contundente Apruebo, consolidando así la participación de más del 50% de los ciudadanos (importante pero aún insuficiente) que, además, aprobó que la nueva Asamblea Constituyente tenga la paridad que tanto se viene buscando y logrando en estos últimos tiempos, enhorabuena.
Un aspecto importante a destacar de este acontecimiento histórico chileno para el Perú es el tránsito del tratamiento de los ciudadanos como consumidores a propietarios de derechos que deben de ser respetados. No es casual que la palabra dignidad haya sido enarbolada una y otra vez, ya que debemos tenerla y exigirla como ciudadanos. Del mismo modo, es importante señalar que el triunfo fue de las masas y no de los partidos políticos, lo que nos enseña a observar que estos han quedado encerrados en una burbuja ciega frente a los movimientos sociales. Otro aspecto importante es la propuesta de hacer un país plurinacional en donde las naciones tengan un rol principal en el reconocimiento de sus derechos, y todos y todas accedan a un verdadero modelo de desarrollo que no se vea mermado por la exclusión.
Por último, las buenas políticas públicas, la gobernabilidad y el crecimiento solidario serán siempre velados por las presencias de las masas en las calles y en las plazas. Preservar la organización del campo popular es un desafío que tenemos como deuda en nuestro país. Por ello, establecer estos criterios en medio de un espíritu de paz nos autoriza a ser optimistas por un mejor futuro en nuestro país, es decir, una constitución en común en donde la gente no se vea maltratada y sienta que se encuentra en un país invivible. En Chile triunfó la unidad sobre la división, en Perú no esperamos menos, próximamente.
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