“El coeficiente intelectual y las destrezas técnicas son importantes,
pero la inteligencia emocional es la condición sine qua non del liderazgo”.
Daniel Goleman
En un contexto posterior a la COVID-19, el mundo laboral aún estará enfrentando los estragos de la crisis económica, producto de la pandemia. Esto quiere decir que probablemente sigamos viendo la quiebra de algunas empresas y la lucha de las que queden, por ser más eficientes y competitivas. Ello implica reducir costos y centrarse en aquellos factores que generen un valor agregado en las organizaciones.
Qué duda cabe de que el recurso humano profesional seguirá constituyendo un valor diferencial en ese momento. Sin embargo, las empresas priorizarán la contratación de aquellos profesionales que, además de una buena formación técnica y académica, tengan otras habilidades que les permitan desempeñarse con éxito en esas circunstancias. En ese sentido, podemos manifestar que se mantiene vigente la necesidad de un buen manejo de habilidades blandas del profesional, que le permitan enfrentar, de la mejor manera, circunstancias adversas y entornos de tensión.
Estas habilidades, que forman parte de lo que Daniel Goleman llamó “inteligencia emocional”, permitirán a los líderes asumir posiciones importantes de dirección y tener la capacidad de generar empatía, además de motivar a su personal a cargo. Existe otra serie de manifestaciones, como el optimismo, la resiliencia y la integridad, que también serán altamente valoradas por los directivos.
Las habilidades blandas son adquiridas por las personas, en gran parte, desde la niñez y tienen mucha relación con el entorno familiar, así como con la educación básica. Hay programas y cursos sobre habilidades blandas que pueden ayudar a potenciarlas, pero, en esencia, muchos componentes de esta inteligencia emocional fueron desarrollados mediante otras vivencias de tipo social. La experiencia laboral y de vida que uno adquiere también ayuda a desarrollar este tipo de inteligencia. A mayor nivel de responsabilidad y liderazgo en una organización, mayor será la necesidad de habilidades blandas.
El gran empuje que tuvo el teletrabajo y, en general, la virtualización de la vida laboral demandará también que los profesionales tengan conocimientos tecnológicos que les permitan interactuar en entornos virtuales. Será necesario utilizar herramientas de inteligencia artificial (IA), realidad aumentada (RA) y otras tecnologías a su alcance, para potenciar sus actividades profesionales y las del equipo.
Adicionalmente, la capacitación, que será permanente, estará a disposición en forma virtual, a través de cursos tipo MOOC o webinars. La tendencia de las reuniones de gerencia y directorio seguirá siendo virtual. Las reuniones con los clientes y hasta algunos de los congresos profesionales internacionales seguirán ofreciéndose de forma virtual.
La capacidad de interactuar en este mundo laboral virtual e interconectado, usando de forma eficaz las herramientas tecnológicas, así como un adecuado manejo de habilidades blandas, determinarán que un profesional pueda mantenerse competitivo en un mundo posterior a la COVID-19.
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