Si tiene la percepción de estar desorientado por qué etapa estamos viviendo actualmente en el mundo, es normal. El CEO de Microsoft, Satya Nadella, afirmó en una entrevista: “hemos visto dos años de transformación digital en tan solo dos meses”. El cambio ha sido drástico y nos ha tocado vivir un salto digital obligándonos a readaptarnos ausentes de una transición suave. Uno de los ejemplos más notorios de este cambio es el crecimiento del comercio electrónico, el cual iba incrementando aproximadamente 1% cada año, alcanzando una penetración del 16% para el 2019 hasta que la COVID-19 impactó y lo catapultó a un 34% en tan solo el primer trimestre del 2020. El cambio también afectó nuestras preferencias y nuestra lealtad hacia las marcas pues, como consumidores, descubrimos un mercado digital con más opciones, de las cuales según una encuesta por la consultora McKinsey and Co., el 60% de los consumidores que habían probado nuevas marcas afirmaron que las integrarían en sus vidas inclusive posteriormente al desenlace de la crisis generada por la COVID-19.
Sin embargo, no todos los cambios han sido positivos, pues la crisis también ha llevado a las brechas a expandirse. Por ejemplo, aquella que existe entre las empresas más grandes y las más pequeñas. Mckinsey encontró que, en Estados Unidos, las empresas en el primer quintil habían obtenido utilidades por 335 billones de dólares, mientras que las empresas en el último quintil habían perdido 303 billones de dólares durante los últimos dos años. Esto se debe a que aquellas empresas que estaban en lo más alto de la curva probaron ser más resilientes que aquellas que estaban al último, las cuales también fueron las más impactadas por la pandemia. En la era de la disrupción, ser ágil ya no basta. La crisis nos ha demostrado que podemos ser más eficientes, más rápidos, más agresivos y más experimentadores si la situación nos lo demanda, habilidades que no debemos de perder.
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