Desde el año 1999 y cada 3 años, una serie de países, entre los que formamos parte, toman el examen PISA, el cual evalúa el nivel de educación escolar en distintas áreas como matemática, compresión lectoras y ciencias. El Perú, en el 2018, se ubicó en el puesto 64 de 77 países que rindieron el examen, misma posición que en el 2015, mientras que en el 2012 quedó en el último puesto en las tres áreas. Y aunque es cierto que tenemos varios problemas por resolver como mejorar la inversión en educación, mejorar las condiciones laborales de los profesores y dar estabilidad a la gobernabilidad educativa, existen algunas acciones que podemos observar e intentar imitar de otros países que han logrado un mejor resultado.
Y aunque podríamos pensar que los países que están a la cabeza son aquellos más ricos o más grandes como Estados Unidos o Reino Unido, la respuesta se aleja un poco. En los primeros 3 resultados (1999, 2003 y 2006) Finlandia cobró el primer puesto. Luego, en la siguiente edición fue destronado por Estonia, un pequeño país europeo. Estos casos causaron curiosidad en los círculos de investigación, ¿cuál es su secreto del éxito?
Tras repetir algunas de las condiciones en muestras de otros países, los investigadores encontraron que aquellas escuelas que tenían mejores resultados eran aquellas en las que los alumnos tenían un mismo profesor durante más de un grado. Entonces, ¿cuál es el truco? Todos tenemos potencial, pero no todos los profesores tienen tiempo de poder descubrirlo y menos de cultivarlo. En estos casos, los profesores tenían la oportunidad de adaptar su forma de enseñanza y motivar a los alumnos de manera más personalizada. En este proceso, pasaban de ser profesores, a coach y luego un mentor.
Podemos pensar en un entrenador de futbol escolar, el cuál mientras más conoce a sus alumnos, mejor puede diseñar una estrategia que saque a relucir las mejores habilidades y posiciones de cada uno de ellos. ¿Acaso es algo que podríamos aprovechar mejor en nuestro sistema?
Sin embargo, uno de los defectos más grandes de nuestro sistema es la brecha entre los mejores y peores estudiantes: aquellos con posibilidades económicas acceden a una mejor educación. Muy por el contrario, nuestro sistema debería aspirar a crear oportunidades para todos e invertir no solo en sus mejores exponentes, sino en todos por igual.
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