La idea de que la cuarta revolución industrial promovida por la transformación digital traerá consigo como consecuencia la desaparición gradual de varios trabajos se ha plantado como una certeza más que un posible escenario. En los próximos 50 años las computadoras podrán hacer una gran parte del trabajo que hacemos actualmente a una velocidad mayor y con mayor precisión. Mientras que, tanto en las economías desarrolladas como en las emergentes, la percepción de las personas muestra que es bastante probable que la automatización tomará gran parte del trabajo de los humanos. También surge la esperanza en que la automatización y el soporte de la tecnología crearán oportunidades doblegando el número de trabajos que destruyan.
Y queda claro a su vez que una máquina no tiene la capacidad de decidir por sí sola, no tiene la capacidad de tomar en cuenta las emociones o de comprender las motivaciones de otros trabajadores o del consumidor. Al momento de preguntarnos qué profesiones son las menos susceptibles a desaparecer, debemos de cambiar la pregunta de qué actividades permanecerán. Aquellas como el liderazgo o aplicación del know-how adquirido son las menos susceptibles, mientras que la recolección de data, su procesamiento o el trabajo físico programado son entre las actividades más susceptibles a la automatización. De igual manera, no todas las industrias serán afectadas por igual, pues algunas son más susceptibles como los restaurantes o la manufactura, mientras que las menos afectadas por la automatización serían los servicios educativos o el informativo.

Sin embargo, nunca es temprano para prepararse para el futuro. Para adaptarnos al cambio, debemos de aceptar los desafíos del mañana en nuestro horizonte actual y planificar cómo impactarán en los procesos. Entender cómo las actividades son susceptibles a la automatización, podrían brindar la motivación de planificar el futuro en el que los profesionales se concentren en desarrollar las habilidades que las máquinas no pueden reemplazar.
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