Para la mayoría de personalidades estructuradas, el tiempo medido existe. Saben organizarse, de modo que, con esfuerzo, pueden llegar a cumplir las metas que se proponen en un determinado periodo. No esperan el último momento para cumplir con sus responsabilidades. Mas bien planifican "con tiempo" lo que deben llevar a cabo. Y si fallan por causa de alguna improvisación o falta de planificación, asumen con hidalguía sus yerros. Sin culpabilizar a otros o a las circunstancias de aquello que estaba originalmente en sus fueros.
La experiencia nos ha enseñado que este tipo personalidades logran culminar, con éxito, una parte de las cosas que se proponen. No todo, porque es imposible manejar todas las variables de la vida y sus contingencias. Pero si llegan alcanzar algunas porciones de la necesaria e importante realización personal.
Pero hay personas, no sabemos en qué proporción, que viven sin tomar en cuenta la existencia medida del tiempo. Y construyen sus vidas desde la improvisación, desde la informalidad, desde la ausencia de la conciencia del paso del tiempo. Estas personalidades difícilmente llegan a lograr algo en la vida, porque, simplemente, no se proponen metas alcanzables. Poseen deseos, ganas. Pero no objetivos. Porque los objetivos se edifican tomando en cuenta la magnitud del paso del tiempo en una vida. Sin conciencia de la medida tiempo, se culpa a Dios, a la patria, a los padres, a la historia, al capitalismo, al comunismo, al patriarcado, a la crisis climática, etc., de nuestros yerros fundados en nuestra irresponsabilidad y en la ausencia de metas.
Tomar conciencia de la medida del tiempo, es reconocer su paso. Y, por lo tanto, que se debe organizar la vida para alcanzar las metas que se plantean. Por ello es importante educar, sutilmente, en ese tipo de conciencia, en la que se pondera la organización del tiempo objetivo, sobre el cual somos capaces de edificar nuestros proyectos sobre una base real. Metas alcanzables que nos proporcionan satisfacciones personales y que evitan frustraciones o las aligeran.
Este tipo de formación es fundamental. Pues si evitamos que una persona cargue con menos frustraciones, reducimos las posibilidades de que ésta actúe en contra sus congéneres. La persona perdida o hundida en la “irrealización” puede ser muy dañina para los demás en la medida que no tiene “nada que perder” si ocasiona algún mal. Por el contrario, si una persona observa, objetivamente, que sus metas se van alcanzando poco a poco, un sentimiento de satisfacción envuelve al sujeto, haciéndolo menos proclive a causar algún daño intencionado. Educar en la conciencia del tiempo, es formar a una persona desde adentro de su condición, a fin de que aprenda a que, con esfuerzo e inteligencia, es posible alcanzar cuotas de plenitud en esta vida.
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