Si la política es “el arte de lo posible”, como decía Bismark, entonces, después de esta letal segunda vuelta, los ganadores tendrán que hacer todo lo que está en sus manos para que la confrontación ideológica y social no genere las condiciones para una escalada de violencia de consecuencias insospechadas. De ahí la responsabilidad del futuro gobierno y de la nueva oposición frente al conjunto de la sociedad peruana, discerniendo con cuidado cada una de sus acciones a fin de no fomentar un clima de mayor crispación. Pues, lo que estará en juego, en ese momento, no será la continuidad del nuevo gobierno. Sino la persistencia de nuestro país.
En efecto, una sociedad que se polariza al máximo tiene dos caminos. Por un lado, acrecentar la confrontación, con consecuencias devastadoras para todos. O, por el otro, reducir las tensiones polarizadas, a fin de resolver las diferencias dentro de los cauces éticos políticos y éticos jurídicos. En el primer escenario, la confrontación exacerbada genera condiciones para distintos tipos de violencia que, al radicalizarse, pueden conducir a un país a una guerra civil y, eventualmente, a la desaparición de una nación. En el segundo escenario, los grupos polarizados reconocen que el clima de crispación debe evitarse y tratan de resolver las divergencias sometiéndose a un criterio común. Este “criterio común” es ético político, porque, reflexivamente, se reconoce que puede desarrollarse una situación peor. Y de lo que se trata, en términos lógicos, es evitar la “peor situación”. De ahí la imperiosa necesidad de ceder y de negociar.
Sin embargo, el segundo escenario precisa un sentido de responsabilidad muy grande de los líderes de las facciones confrontadas y una firme voluntad para evitar el daño mayor. Asimismo, que un importante grupo de ciudadanos esté dispuesto a hacer todo lo que está a su alcance a fin de impedir el peor escenario. De ahí, que debemos hablar de “corresponsabilidades”, tratando de anteponer el bien general sobre los intereses particulares.

En términos reales, ¿hay condiciones para reducir la polarización disolvente en el Perú? A primera vista, pareciera que no. Pues la ira, la indignación, el terror y el miedo, todos estos sentimientos muy poderosos han sustituido a la comunicación, la negociación, al pacto y al acuerdo. Obviamente, hay innumerables diagnósticos sociales que explican la presencia de estos sentimientos extendidos, cuyas causas tienen diversos orígenes. Negar ello sería absurdo. Pero, cuando nos encontramos frente una situación límite, como la actual, lo lógico es salir del círculo del diagnóstico para resolver una situación potencialmente peligrosa.
Las comunidades humanas poseemos un bien precioso: la razón práctica. Este tipo de racionalidad surgió de nuestra experiencia a fin de resolver los problemas que provienen de la convivencia en distintos ámbitos. Así, del futuro gobierno y demás actores políticos, dependerá nuestra continuidad como país. Y, para ello, deberán resolver el “nudo gordiano” en el cual nos encontramos y la lacerante polarización que nos parte como comunidad histórica. Por el bien de todos, por el bien de la casa común llamada Perú, esperemos que el recto juicio, la inteligencia y la buena voluntad, acompañe a cada uno de los que tendrán el poder desde el 28 julio del 2021.
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