
¿Qué haría usted, paisana y paisano, si le dijeran que debajo de su casa está enterrado un tesoro? Sin duda, se apresuraría en buscar los medios para desenterrarlo y, con ello, darle mayor bienestar a su familia.
¿Y si le dijeran que hay un tesoro enterrado en el Perú? Lo natural que quiera hacer lo mismo, pero paradójicamente, y aunque Antonio Raimondi no la haya dicho, la frase de que somos un mendigo sentado en un banco de oro se puede aplicar a nuestra situación. Eso porque, en la Cordillera de los Andes, los peruanos tenemos un inmenso tesoro, esperando que todos le demos una mirada positiva para sacarlo y generar desarrollo.
Se trata casi literalmente de un banco de oro, pues tenemos grandes depósitos de este mineral, que hoy vale casi cien mil dólares el kilo. Sí, cien mil dólares una barrita de este tamaño, pues por los problemas de Estados Unidos, China y otros se ha vuelto una forma de ahorro más segura. Y además tenemos plata y otros minerales muy preciados como el zinc y el cobre, este último indispensable para los autos eléctricos, la inteligencia artificial y muchas otras cosas. Además, minerales de los que somos primeros exportadores mundiales.

Y es más relevante porque ese banco de oro está sobre todo en zonas poco favorables para otras actividades, con frecuencia a más de 4 mil metros de altura, donde la agricultura o ganadería es imposible o rinde menos. Y eso pasa justamente en las zonas menos desarrolladas o más pobres, como la sierra sur del Perú: Apurímac, Abancay, Puno y similares. ¿Sabía usted paisana, paisano, que el distrito más rico del Perú no es Miraflores ni San Isidro en Lima, sino San Marcos, en Ancash, y que la región con el PBI más alto no es la de la capital, sino Moquegua, ambos debido a su actividad minera?
¿Por qué es eso importante mí, que vivo lejos de las minas, diría usted paisano? Porque el banco de oro pertenece a todos los peruanos y no solo a los que están sentados directamente sobre él; y, por lo tanto, debería beneficiarnos con trabajo, impuestos y crecimiento. Pero también porque si no apoyamos una explotación ordenada, puede aparecer una explotación peligrosa, nociva o delincuencial, que destruya no solo nuestro futuro minero, sino también la agricultura y ganadería de esas zonas, y a la sociedad en general, como ya vemos en algunas partes, y de la que hablaremos en otro momento. En fin, ¿de qué manera cree usted, paisana, paisano, que los peruanos podemos dejar de ser ese mendigo sobre un banco de oro, de minerales valiosos, del que tanto se habla?
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