Como sabemos, en una ‘chanchita’ para una fiesta, se hace una bolsa donde todos ponemos algo de dinero para comprar el trago; y todos nos divertimos sin importar si alguien dio más que el otro, incluso si por esa vez alguno no dio nada. Eso no es nuevo, pues en el incanato existía la ‘minka’, donde la población se reunía para hacer obras comunales, quizás un camino o construir una escuela.
Si bien no todos trabajaban igual, todos se beneficiaban por lo mismo y nadie criticaba a nadie. Lo que sí era inaceptable era que alguien, que no hubiera trabajado o aportado, empiece a criticar porque no le gustaba el trago que habrían comprado o por el color que pusieron a la escuela.
Hoy, una de las criticas sociales más comunes es la que la población hace a sus autoridades que no realizan las obras que la comunidad necesita. Todos piden buenos colegios, más médicos, policías, y mejores pistas y veredas; y siendo válidos estos reclamos, la pregunta es si todos tienen el mismo derecho de reclamar, ¿o será que muchos reclamamos sin haber aportado para la ‘chanchita’?
¿Cree usted, paisano, que el chofer de la combi que no da boletos a sus pasajeros tiene derecho a exigir mejores pistas? ¿Y el dueño del restaurante que pide más policías, pero que se queda con el IGV que ya incluyen sus precios? ¿O la señora que protesta porque el Municipio no arregla el parque, pero nunca paga sus arbitrios? ¿No estarán exigiendo sin haber colaborado?
Y lo mismo esos empresarios pequeños o grandes que evaden impuestos, pero que a la vez exigen el apoyo del gobierno. ¿No será igual cuando usted y yo, estimado paisano, exigimos mejoras y ocultamos impuestos, algunos pagos o, simplemente, no pedimos recibos o facturas cuando hacemos compras?
No se trata aquí de justificar la deshonestidad o incapacidad de algunas autoridades. Eso existe y debe corregirse, pero debemos entender que todo derecho conlleva obligaciones. Se trata también de hacer justicia para los trabajadores formales – quizás usted sea uno de ellos, estimado paisano, paisana – a los que se les descuentan impuestos cada fin de mes o cada quincena; mientras los informales, que son el 75 % de la población, solo pagan el IGV en algunas de sus compras.
Más aún, todos protestamos igual, pero ¿sabe usted que menos del 1 %, en realidad menos del medio por ciento de los contribuyentes, paga más del 80 % de los impuestos directos del país?
La próxima vez que vea alguien que reclame por algo que necesita la sociedad sería bueno que usted, vecino, le haga la siguiente pregunta: ¿Y tú que reclamas, ya diste para la ‘chanchita’? Quizás la pregunta lo haga reflexionar a lo que ya dijimos antes: que todo derecho implica obligaciones y después de eso, quizás, todos podamos reflexionar en cómo podemos hacer para que más gente cumpla voluntariamente con las obligaciones que tiene con su sociedad.
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