Cuando hablamos expresamos nuestro pensar y sentir desde el cúmulo de experiencias y conocimientos, es decir desde nuestras culturas, y de esa manera nos comunicamos. Se trata de una necesidad y un derecho, que lamentablemente no todo pueden gozar en libertad. El 21 de febrero conmemoramos el Día internacional de las lenguas originarias, para tener presente que existen 6,000 lenguas ancestrales que resisten a la imposición de las lenguas predominantes en el mundo. En Latinoamérica son 780 y 55 en Perú. Somos un país multilingüe evidentemente, pero el rezago colonial y las jerarquías sociales de origen racial nos han enseñado que el castellano tiene mayor “validez”. En el 2014 un grupo de estudiantes quechuas llegaba a Lima por primera vez tras haber ganado una beca del Estado para estudiar la carrera de Educación Intercultural Bilingüe en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, y nos comentaban consternados que cuando conversaban en quechua en el transporte público, mercados o parques, algunas personas se reían, otros se burlaban e incluso los callaban o insultaban. Pero no faltaban aquellos que se unían a las conversaciones.
Con el tiempo nuestra universidad cambió, las voces eran polifónicas en todo sentido, no solo escuchábamos diversas lenguas sino diversas maneras de aproximarnos a las lenguas y culturas originarias. Un primer cambio consistió en la señalética bilingüe de los principales ambientes a iniciativa de la maestra Gavina Córdova y sus estudiantes quechuas, quienes tomaron su tiempo para encontrar las palabras que representen los conceptos: cafetería, biblioteca, rectorado, servicio social, etc. No fue fácil, cada lengua originaria representa un mundo y estos conceptos no son parte de ese mundo, pero toda lengua es creación y mientras los mundos crecen y se recrean las culturas es posible abarcar nuevos conceptos. El efecto de la señalética bilingüe fue inmediato, la comunidad universitaria leía los carteles y reconocía la presencia de otra comunidad al interior que reivindicaba su lengua. Por otro lado, los quechuas se apropiaban de la universidad con mayor libertad y le siguieron las celebraciones del Inti Raymi en junio, los rituales a la pachamama, recitales, publicaciones en quechua, y mucho más. Fuera de la universidad aún se manifiesta la discriminación, pero los jóvenes se sienten suficientemente fortalecidos para lidiar con ella.
Sabemos que no es la historia de la mayoría de los hablantes de lenguas originarias fuera de sus territorios de origen; que en el Perú se aprecia y alienta el bilingüismo castellano-lengua extranjera y no los bilingüismos con lenguas originarias; que aún no se comprende que todas las lenguas merecen la misma valoración y respeto por representar los mundos de la diversidad humana, sin embargo, tenemos que seguir trabajando en ello. Viene a mi mente el documental “Las hijas de Belén” de Javier Corcuera: Eusebia migró de su comunidad jebera a Iquitos siendo adolescente y espera que sus hijos y nietos aprendan la lengua para que conversen con sus abuelitos cuando visiten su pueblo. En esas conversaciones podrían revitalizar las raíces que los vincule a sus ancestros.
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