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Lección de justicia

A los padres y maestros nos corresponde compartir las grandes lecciones de la vida con los niños, las niñas y los jóvenes para que desarrollen la capacidad de tomar buenas decisiones. Quizá la más importante es: Hazte responsable de tus actos.

Somos capaces de reconocer y admirar el buen trabajo de las madres y padres cuando conocemos a sus hijos e hijas y apreciamos sus comportamientos y desenvolvimientos, sus buenas actitudes y sus logros. Nos damos cuenta que es resultado de la formación en casa y tal vez le demos algún crédito a sus maestras y maestros de escuela. Es lo esperado y en eso hay consenso, una buena formación asegurará que los niños, niñas y jóvenes desarrollen las capacidades para tomar buenas decisiones en sus vidas.

Lo que olvidamos con frecuencia es que hay otros agentes socializadores como los amigos y las redes que pueden incidir con más fuerza y poder en la formación y el comportamiento de cualquier persona. Por otro lado, no existen garantías que esos niños, niñas y jóvenes de hoy no vayan a cambiar el rumbo de sus vidas, olvidar los valores aprendidos y cometer errores con graves consecuencias.

Corresponde a padres y maestros trabajar en algunas grandes lecciones en la vida de los niños, niñas y jóvenes,
Corresponde a padres y maestros trabajar en algunas grandes lecciones en la vida de los niños, niñas y jóvenes, | Fuente: Universidad Antonio Ruiz de Montoya

Nos corresponde a padres y maestros trabajar en algunas grandes lecciones en la vida de los niños, niñas y jóvenes, y tal vez la más importante es: Hazte responsable de tus actos. Más allá del juicio y la sanción, ello permite mirarnos a nosotros mismos y a los demás, reconocer nuestros actos y asumir sus consecuencias. No hay fórmula ni guión para lograrlo, pero diría que pasa en primer lugar por poner en evidencia los diferentes sentimientos que el daño ocasiona a las víctimas, al victimario y a nosotros como padres o maestros mediadores. Cuando se exponen las diferentes perspectivas frente al daño hace posible la reflexión sobre los hechos y reconocer lo actuado. Un segundo paso es remediar los daños, pidiendo perdón y resarciendo a las personas afectadas; y un tercer paso es la sanción, entendida como una medida disciplinaria proporcional al acto cometido. En otras palabras, se trata de asegurar una lección de justicia. Castigar a los hijos e hijas impulsivamente es equivalente a un juicio sumario y puede tener consecuencias mayores, no habrá lección, solo un mal recuerdo, dolor y resentimiento.

El castigo como ejercicio de poder abusivo es tan nefasto como su otro extremo, que ante la falta no pase nada. Si desde esta perspectiva miramos y analizamos lo que está pasando en nuestro país, podemos decir que una de las faltas más frecuentes entre funcionarios públicos a todo nivel es la corrupción sostenida en la codicia del dinero y del poder, lamentablemente impune la mayoría de veces. Esto es lo que más le está preocupando a la ciudadanía y es un indicador, a mi juicio, de un legítimo anhelo de justicia creciente. Cada vez somos menos tolerantes con la corrupción y junto a la acción decidida de jueces y fiscales probos, empezamos a creer que sí es posible la justicia (y ojalá en los hogares también). Disponernos a encarar las consecuencias de nuestros actos es recuperar nuestra esencia humana, salir de nosotros mismos en camino a reconciliarnos con los afectados; huir solo pone en evidencia la inconciencia y el desprecio por la condición humana.

NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.

Docente de la Escuela de Educación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Se desempeñó como coordinadora de la carrera de Educación Intercultural Bilingüe de la misma universidad. Educadora por la PUCP y USIL, con maestría en política social con mención en promoción de la infancia por la UNMSM, y doctoranda en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud por CINDE y la Universidad de Manizales - Colombia. Ha laborado como asesora de programas y proyectos en infancia para Plan Internacional, SaveTheChildren y Aldeas Infantiles.

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