Esta semana hemos amanecido con la sangre derramada de jóvenes que, ahora, serán recordados, dentro de la historia del Perú, como los «jóvenes del bicentenario». La violencia, signo inequívoco de prácticas totalitarias, los convirtió justamente en eso, en un recuerdo, porque sus vidas se detuvieron en el mismo momento en el que luchaban por la democracia. Aunque ganaron y los demócratas les estamos infinitamente agradecidos, no están aquí para verlo. Sus acciones, de inmensa valentía, los han situado en el Olimpo de la justicia peruana. No es absurdo, entonces, que una ilustración que se ha compartido muchas veces durante esta semana los muestre al lado de otros héroes del Perú.
Estos acontecimientos han despertado no solo la ira de un número significativo de personas, sino que muchas empresas e instituciones han modificado el color de sus fotografías de perfil de redes sociales y les han agregado un fondo negro para manifestar que todos estamos de luto. Profesionales de diversas ramas han ofrecido sus servicios de forma gratuita y psicólogos, dentro o fuera de asociaciones, han hablado fuerte y claro sobre la situación que nos convoca. Sin embargo, otras compañías y organizaciones no se han pronunciado o lo han hecho de manera superficial, como si desearan cumplir con un trámite obligatorio. Las redes sociales, ante este tipo de declaraciones oficiales, han respondido duramente, lo que me parece pertinente y oportuno.
Pero, ¿por qué yo, un psicólogo clínico, les hablo de esto? ¿Por qué otros psicólogos han expresado lo que piensan y sienten sobre los sucesos de violencia y muerte ocurridos el último fin de semana? ¿Por qué no toco, en estas semanas, temas «más afines» con el bienestar de la población? ¿Por qué me entrometo en la política «si ese no es mi campo»? Existen dos razones principales por las que insisto e insistimos muchos psicólogos en explicar los motivos psicológicos detrás de este campo de juego político. En primer lugar, el bienestar, si bien lo sentimos como una posesión personal, también se extiende hacia un punto de encuentro colectivo. Lo que sucede «allá afuera» también nos impacta directa o indirectamente. La muerte de nuestros compatriotas nos dejó compungidos, desvalidos, desesperanzados, tristes, molestos, irascibles o estresados. La posibilidad, por otro lado, de ser gobernados por la tiranía corrupta también desencadenó la respuesta hormonal de estrés en nuestro cerebro. A menos que tengamos una afección en la empatía, lo que les pasa a nuestros conciudadanos impacta en nosotros.
En segundo lugar, somos seres políticos, aunque no lo queramos aceptar. Los congresistas o el presidente, por ejemplo, están en ese lugar para representarnos, porque nosotros hemos ejercido un voto; y toda acción que ellos implementen va a tener consecuencias menores o mayores en nuestra vida. El gobierno que elegimos puede resultar en beneficio o detrimento de nuestro bienestar; puede ser, como decimos en psicología, egosintónico o egodistónico. Un gobierno egosintónico sería aquel que esté alineado con nuestras necesidades; un estado egodistónico, por el contrario, estaría abismalmente lejos de nuestras peticiones.
Por estas dos simples razones, la política es, también, campo de análisis y trabajo de la psicología. No podemos, como profesionales de la salud mental, ser indolentes ante el sufrimiento que puede causar un gobierno corrupto e impetuoso. Las secuelas que puede dejar este tipo de manejo político son devastadoras. Uno de los efectos psiquiátricos que surge a partir de esta clase de regímenes es el trastorno de estrés postraumático, trastorno que reduce la calidad de vida de los pacientes tremendamente.
Por ello, pido a los psicólogos y a las instituciones que siempre estén vigilantes de los movimientos del gobierno de turno, no solo para lanzar críticas desde su parecer narcisista, sino para verificar que las decisiones que toma estén acorde con las necesidades y el bienestar de las personas. Asimismo, invito a todos los ciudadanos a involucrarse más en la política, pues el voto que dan durante los procesos electorales puede marcar la diferencia entre un incremento o una disminución del bienestar personal y colectivo.
Recuerden que la mejor forma de hacer psicología en macro es involucrarse en la política.
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