Hace una semana, me entrevistaron sobre los efectos de las medidas asociadas a la pandemia, como las cuarentenas, en el desarrollo de las niñas y los niños. Debido a que las entrevistas suelen ser rápidas y sucintas, no pude explayarme ni realizar una amplia explicación. Aunque todo lo que manifesté fuese cierto, me quedé con las ganas de realizar una exposición pormenorizada de las posibles secuelas en el desarrollo de este grupo etario. Por ello, me tomo este espacio para desplegar mejor las ideas que allí sostuve.
¿Qué efectos puede haber generado el confinamiento en el desarrollo de las niñas y los niños?
Primero, debemos partir de un principio científico que explica el crecimiento y desarrollo cerebral en la primera infancia: la plasticidad neuronal. Esta capacidad le permite al cerebro de las niñas y los niños ser maleable de acuerdo con los estímulos del ambiente. Esto quiere decir que, si bien la predisposición genética juega un papel importante, aún más fundamentales son las situaciones del entorno, porque son las activadoras de los tan conocidos genes. Pero esto puede producir escenarios positivos o negativos: si los estímulos son enriquecedores y suficientes, el cerebro desarrollará todo su potencial; sin embargo, si son nocivos y reducidos, las bases cerebrales se construirán de forma deficiente. En el caso que nos congrega, gracias a esta plasticidad cerebral, las niñas y los niños, una vez que vuelvan a las clases presenciales o se termine el distanciamiento social, podrán ponerse al día con las habilidades necesarias para su desarrollo integral: ellas y ellos serán capaces en menor o mayor medida de tomar el abono de la cotidianidad para convertirlo en destrezas físicas, cognitivas, emocionales, sociales y prosociales —prosocial es aquel dominio que se constituye por habilidades altruistas y morales—.
No obstante, eso no borra los posibles efectos que los padres ven ahora y que pueden ser explicados, en parte, por problemas en la autorregulación, capacidad que, tal como un búfer, amplifica o aminora la intensidad de la energía o de las emociones que se necesitan según las demandas del entorno. Debido al confinamiento, las niñas y los niños han visto reducida su actividad física. A pesar de los esfuerzos de las clases virtuales y de los padres para que se mantengan activos, ha habido un notorio descenso en la tasa de ejercicio aeróbico, ejercicio que se realizaba de forma cotidiana en los recreos del colegio. Este tipo de actividad no solo sirve para mantener el peso ideal, sino, también, para reducir el nivel de estrés, de ansiedad, de tristeza o de ira, dado que posibilita la segregación de algunas sustancias cerebrales que sirven como estabilizadores. En tal sentido, una disminución del ejercicio puede dejar vía libre para que estos estados emocionales y fisiológicos suban su intensidad —estas emociones pueden haberse producido por la situación de confinamiento o algunas circunstancias muy apremiantes, como el riesgo de contagio, el estado de ánimo de los padres o la muerte de seres queridos—, lo que puede afectar a las demás áreas del desarrollo.
Pensemos en una niña o en un niño triste, molesto, estresado o ansioso. ¿Acaso podrá aprender de forma óptima los temas que se tocan en las clases virtuales? Probablemente no, porque, por ejemplo, el estrés afecta al hipocampo, estructura principal de la memoria y el aprendizaje; y a la corteza prefrontal, que se involucra en procesos atencionales. ¿Acaso podrá adquirir habilidades sociales o prosociales como si estuviese en un año regular? Posiblemente, no, porque, su desregulación emocional, producto de la desregulación física, lo puede conducir a enfocarse en desplegar toda la intensidad emocional, lo que puede dañar a los demás. En otras palabras, mientras dure la situación que atravesamos, puede que sigamos observando dificultades de autorregulación en todos los dominios del desarrollo.
¿Qué pueden hacer los padres para ayudar a sus hijas e hijos?
En primer lugar, conocer esta información puede generar otra perspectiva y un marco explicativo distinto acerca del comportamiento de las niñas y los niños. Si sabemos que los actos que llevan a cabo no se deben a que «son malcriados», sino a un proceso de desregulación, podremos guiarlos con empatía hacia el camino de la autorregulación. Con este fin, les dejo a continuación las siguientes recomendaciones:
- Promover la actividad física en familia: es importante que este sea uno de los ejes principales de la intervención. Si se cuenta con jardín o espacio amplio, se pueden implementar juegos reglados, como el fútbol, el básquet, el vóley, las chapadas, las escondidas, etc. Si no se cuenta con este tipo de lugares, se pueden realizar ejercicios aeróbicos dentro de casa.
- Bailemos en familia: esta, aunque es una actividad física, suele asociarse con el desarrollo artístico. Para que funcione, propongo que la niña o el niño escoja la canción y que los padres los inviten a moverse libre y espontáneamente.
- Regularnos: si queremos que nuestras hijas y nuestros hijos aprendan a regularse, es crucial que los padres estén regulados; ello permitirá que el tono de voz sea más suave y pausado, y que se viva un clima de calma que sostenga sus emociones.
- Enseñar a evaluar el nivel de energía: podemos explicarles que nuestro cuerpo funciona como un auto, el cual, algunas veces, tiene mucha o poca energía para hacer su labor. Para facilitarles aún más este aprendizaje, podemos preguntarles si están funcionando muy lento, muy bien o muy rápido hasta que ellos, por sí solos, sean autónomos.
- Enseñar léxico emocional: tanto con cuentos, películas como con ejemplos de la vida real, podemos hacer que ellas y ellos respondan a las preguntas «¿Cómo crees que se siente este personaje y por qué?» y «¿Qué puede hacer para sentirse mejor?».
- Enseñar a identificar las emociones y tomar pausas: una estrategia indispensable que le podemos enseñar a nuestras hijas y a nuestros hijos es a identificar sus propias emociones con escalas (poco, normal o mucho). A partir de aquí, cuando ellos estén enfrentando algún problema, pueden parar, preguntarse qué están sintiendo y en qué nivel, respirar profundamente repetidas veces con los ojos cerrados y decidir qué acción realizar.
Si bien existen más recomendaciones, estas son las necesarias para empezar a construir las bases de la autorregulación que ayudará a las niñas y los niños a reducir los efectos de la pandemia en su desarrollo.
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