Byung-Chul Han es un filósofo surcoreano bastante popular en la época que nos convoca, debido a su cualidad prolífica al escribir libros y analizar los fenómenos sociales y psicológicos contemporáneos. Él es uno de los pocos seres humanos que se atreve a contradecir las «reglas de juego», bajo argumentaciones concatenadas clarificadoras y edificantes, para evitar que se agraven las consecuencias negativas de una sociedad que pretende ubicarnos en el lugar de meros productores. A este tipo de sociedad, él la ha denominado «la sociedad del cansancio» y la caracteriza con un zeitgeist en el que la misma persona se obliga a «rendir», «producir» y «trabajar» sin mediar tiempos de sosiego, por lo que es ella quien se «autoexplota» por la convicción de alcanzar el «éxito», lo que genera perjuicios en la salud mental. En una línea de pensamiento similar, José Carlos Ruiz, filósofo docente en la Universidad de Córdoba, reflexiona sobre nuestro nuevo impulso hacia el deseo, impulso que trastoca nuestra antigua búsqueda de placer y deleite: para él, estamos dejando de disfrutar del «placer» del ocio, de las reuniones familiares o con amigos, de los rituales y de las tardes de descanso por el «deseo» de tener «éxito», de ser productivas y productivos, de «realizarnos» a costa de nuestro propio bienestar.
Si ya lo hemos podido notar, parece que ambos filósofos estuviesen hablando de una sociedad que somete a sus ciudadanas y ciudadanos a unas vastas cuotas de presión y estrés para que, aun con el alto costo de su salud mental, busquen la «gloria» so pretexto de la competitividad. Llamarla «sociedad del estrés» no desentonaría con sus más notorios atributos. Por si aún no están convencidas y convencidos, vamos a revisar una breve explicación de cómo este tipo de régimen nos puede conducir a desarrollar estrés crónico.
Una de las funciones del ocio es reducir la respuesta de estrés a través del placer y de la relajación asociadas a él. Cuando realizamos algún pasatiempo que nos gusta mucho, pero que no está vinculado con probar nuestro grado de valía, productividad y autorrealización, aminoramos la activación de nuestro sistema nervioso simpático y el nivel de cortisol en la sangre. Tan solo estos dos efectos (porque los beneficios son mayores) nos llevan a sentir alivio y tranquilidad. Recordemos que, cuando nos estresamos, se eleva el cortisol para que nuestro cuerpo pueda mantener una respuesta de defensa por un tiempo prolongado y el sistema nervioso simpático (un conjunto de prolongaciones nerviosas que controlan la actividad de órganos tan importantes como el corazón) empieza a trabajar más arduamente. Eso quiere decir que el ocio nos permite desacelerar y disfrutar de actividades sin mayor pretensión o ambición que el mismo hecho de disfrutar.
Esta es una de las razones por las que, en psicoterapia, se suele recomendar que las y los pacientes que están cursando algún trastorno puedan recuperar sus pasatiempos. La idea es que este regreso del disfrute por los hobbies pueda disminuir el grado de estrés, que se considera como uno de los disparadores más significativos en el desarrollo de una afectación mental. Una vez se convierten en aliadas estas actividades fuera de las sesiones, la terapia puede seguir su curso con la seguridad de que la o el paciente cuenta con una herramienta más. Porque el bienestar también necesita que reservemos tiempo para lo que pareciera no redituar ni económica ni profesionalmente: el ocio.
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