Libros litúrgicos, de leyes y de caballerías llegaron en los primeros años de la colonia y del Virreinato del Perú, por lo que el comercio alrededor de estos ejemplares no tardó en surgir. A propósito de la celebración del Día del Libro, ¿cómo surgen los libreros y cuándo aparece la primera librería en nuestra tierra?
“El 19 de febrero de 1542 se remataban en la Plaza Mayor de Lima los libros que habían pertenecido al infortunado Obispo Valverde, víctima del canibalismo de los indios de la isla de La Puná”, apuntó el historiador Guillermo Lohmann Villena, en 'Libros, libreros y bibliotecas en la época virreinal', sobre una de las primeras transacciones comerciales con libros en los inicios de la colonia.
El referido suceso involucró solo parte de la biblioteca de uno de los llamados 'socios de la conquista', quien como recordamos ofreció- aún no está claro-un breviario o una supuesta Biblia al inca Atahualpa el día de su captura en 1532. Hecho que marcará la primera mención a un libro en estas tierras.
Pero ¿cómo eran las transacciones de libros en el inicio de la colonia? ¿Cuándo aparecieron los primeros libreros en el Perú? o ¿En qué año surgió la primera librería en el virreinato? Son algunas interrogantes que surgen a propósito de la celebración del Día Internacional del Libro.
¿El primer librero?
Según el historiador Raúl Porras Barrenechea, el contador y cronista Agustín de Zárate “ejerció, y con lucrativos resultados”, el primer negocio de una librería durante su paso por el Perú de 1544 a 1545.
Jorge Huamán, historiador y coordinador del Equipo de Trabajo de Custodia de la Dirección de Protección de las Colecciones de la Biblioteca Nacional del Perú (BNP), aclaró a RPP Noticias que no se tiene registro documental de que este personaje hubiera tenido un establecimiento como tal, pero sí que trajo libros desde España y los vendió.
“Ahora la obtención de libros, es decir la necesidad de cultura letrada, no solo se da a través de la venta de libros en establecimientos, libros nuevos, sino a través, por ejemplo, del traspaso de libros. Por lo general este traspaso de libros se daba en las almonedas, en la subasta de bienes tras la muerte de personas, que por alguna razón tenían libros entre sus bienes”, dijo.
En este periodo ya existían pequeñas redes comerciales de libros provenientes de España. Un ejemplo es el anotado por el historiador Teodoro Hampe Martínez en 'Los primeros libros en el Perú colonial', al citar el trabajo de Irving A. Leonard en el que se indica el envío de 79 volúmenes desde la metrópoli en 1549 por parte del mercader Alonso Cabezas, a través de su compañero, Pedro Ortíz.
De acuerdo con el historiador español Pedro Rueda Ramírez, en 'Las redes comerciales del libro en la colonia: “peruleros” y libreros en la Carrera de Indias (1590-1620)', estos libros serán remitidos a Lima para ser vendidos por Gonzalo Díaz. “En el envío iban un notable número de impresos que podía resultar interesantes a los eclesiásticos, este sería el caso de las obras litúrgicas, pero también “nuebe libros de cauallerías”, señaló.
En relación con el tipo de libros que llegaron en la colonia, el historiador Jorge Huamán explicó que los primeros libros que llegaron al Perú son los introducidos por las órdenes religiosas más antiguas como de San Francisco y de Santo Domingo. Entre estos había biblias, manuales de evangelización, libros de rezos. También en esta primera oleada arriba literatura sobre leyes.
“Pero también van a llegar grupos de educación media o menor. Sobre todo, soldados y aunque en menor medida seguramente ellos habían cultivado las letras, sí es muy conocido que muchos de estos soldados llegan justamente al Perú imbuidos por las ideas que han consumido de los libros de caballerías. Los libros de caballerías son un tipo de literatura de aventuras, un tanto fantásticas que se van a consumir en Europa y en la España de inicios y mediados del siglo XVI. Esto va a inflamar un poco la mente, la imaginación de muchos peruleros. Para mediados del siglo XVI ya había una literatura variopinta. Literatura litúrgica- eclesiástica, literatura legal y embrionariamente literatura, la ficción misma”, precisó.
Libreros y mercaderes
La historiadora Alejandra Cuya Sialer aclaró a RPP Noticias que hubo muchos libreros presentes en los primeros años de la colonia. Incluso, recuerda que Teodoro Hampe dató en 1543 la llegada a Lima de uno de los primeros libreros: Juan Antonio Musetti, personaje que arribará junto al primer virrey del Perú, Blasco Núñez de Vela.
“Juan Antonio Musseti proviene de un área que es Medina del Campo en España donde había ferias de venta de mercaderías en general, pero también muy conocidas por la venta de libros. En esa zona se ubicaban los principales comerciantes de libros para tener sucursales, digamos ubicar sus almacenes para la distribución en España de esas mercaderías, que eran impresas (…) muchos de esos libros terminaron en América porque los comerciantes prácticamente adquirían esas resmas de libros y los mandaban a sus negocios que luego se van a ir estableciendo en el territorio peruano y mexicano”, dijo.
Alejandra Cuya Sialer señaló que estos primeros libreros eran personas que se identificaban así mismos en la documentación como libreros o como mercaderes y libreros, ya que no solo vendían libros en pequeñas cantidades, sino también ofrecían otras mercancías como telas y papeles a modo ambulante. Explica que durante los primeros años del virreinato del Perú las condiciones políticas y económicas hacían complicado que un negocio de esta índole triunfara rápidamente. “Compraban libros en la medida de sus posibilidades económicas”, añadió.
En la tesis 'Las actividades mercantiles de tres libreros en el virreinato peruano (1580-1620)', Alejandra Cuya Sialer precisó que el “asentamiento progresivo de libreros en la capital del virreinato” se vincula con las medidas dictadas en el Concilio de Trento, asamblea ecuménica de la Iglesia Católica, para la mejor preparación del clero encargado de la evangelización y funcionarios de la corona para el transporte de libros desde Europa y en la adquisición de ejemplares importados. Ahí se determinó que los miembros del clero debían tener consigo unos textos conocidos como libros de Nuevo Rezo o de Nuevo Rezado. A esto se sumó el III Concilio Limense, que cambió la estrategia de evanvelización en el Perú y demandó nuevos libros religiosos.
“Justo en ese periodo hay transformaciones a nivel eclesiástico. En Europa está la reforma protestante y la Iglesia Católica va a tener que responder a ello. Es la etapa en la cual se están dando grandes cambios que impactarán en el negocio de libros de forma colateral porque finalmente los libreros van a tener que ver una oportunidad de negocio”, afirmó a RPP Noticias.
“Donde puso casa y tienda”
Alejandra Cuya Sialer reveló el nombre del librero que instaló la primera librería de la cual se tenga referencia en la capital del virreinato del Perú. Se trata de Juan Jiménez del Río, quien llegó a Los Reyes como encargado de la distribución de libros religiosos y entre 1578 y 1586 establece su tienda de libros en plaza de la ciudad. “Dieron licencia para que pudiera pasar al Perú con cierta cantidad de libros de diversas facultades el cual fue e hizo asiento en la Ciudad de Los Reyes donde puso casa y tienda”, precisó un documento hallado por la historiadora.
“Juan Jiménez del Río es interesante porque hay documentos que lo vinculan al comercio internacional de libros. Él comienza como un emisario, como un representante de la venta de los libros de Nuevo Rezado, que eran los libros del Concilio de Trento y lo mandan directamente desde el monasterio de El Escorial para que venda los libros acá en Lima. Tenía algunas relaciones con libreros conocidos, comienza a incursionar, pero por esas actividades donde al parecer le iba bien por esta venta de libros tiene su tienda”, dijo.
Alejandra Cuya Sialer sostuvo que debido a la poca información de la época no se sabe el lugar exacto de la Plaza de Armas donde Juan Jiménez del Río instaló su tienda. Luego el librero, afirmó, incursionará en otros negocios como la venta de vino a la par del funcionamiento de su librería. Pero ya para los últimos años de su vida se desconoce si continúa con el negocio o que tan bien le va en sus negocios. Lo que sí se sabe es que vende en 1591 el establecimiento y los libros al librero Pedro Durango de Espinosa.
"Vende su tienda ¿cuántos años la tuvo? de repente menos de 10 años funcionando en la ciudad. Y luego la adquiere Pedro Durango e incluso el otro librero Andrés de Hornillos un tiempo arrendó esta tienda y eso pueda dar una idea que era una tienda bien posicionada o era conocida. ¿Por qué dos personas que se vinculan y trabajan en esto luego deciden alquilar la tienda o comprarla? (...) no señalan las dimensiones de la tienda pero luego Andrés de Hornillos llega a participar en el negocio de la encuardenación y quizá fue grande", expresó.
“Expresión del cultivo del intelecto”
El historiador y docente en la Universidad Católica del Perú, Pedro Guibovich Pérez, afirmó en 'Los caminos del Quijote: comercio y circulación de la literatura del Siglo de Oro en el virreinato del Perú' que a partir de 1550 “una serie de circunstancias crearon un clima propicio para el cultivo del intelecto y el consumo de los libros”. Entre estos se encontraban, señaló, la paz tras las rebeliones de los encomenderos, la creación de la universidad de Lima y la “progresiva inauguración” de estudios generales en claustros de conventos de la capital y otras ciudades del virreinato.
Pedro Guibovich Pérez indicó a RPP Noticias que la necesidad para la venta de libros al inicio de la colonia surge a medida que se forma una demanda compuesta de estudiantes laicos y religiosos, juristas, médicos, entre otros.
“Desde mediados del siglo XVI, había estudiantes en los conventos, escuelas y en la universidad, y ellos para sus estudios requerían textos impresos como manuscritos. Tengo la impresión de que con la fundación de la Universidad de San Marcos por el virrey Francisco de Toledo en la década de 1570, hubo una mayor demanda de libros al menos en Lima. Antes de la intervención de Toledo, la vida académica en San Marcos era bastante lánguida, pero con la dotación de rentas para las cátedras y el aumento de estudiantes debió también aumentar la demanda por libros. Era común en la época la circulación de textos manuscritos elaborados a partir de las notas de clase, resúmenes de tratados o sencillamente copias de textos impresos. Hoy digitalizamos o fotocopiamos; ayer hacían copias manuscritas. En otras ciudades del virreinato, como Arequipa, Trujillo, Cuzco, donde había centros de enseñanza (escuelas y universidades) hubo demanda por libros”, dijo.
Todo aquel que estaba en capacidad de leer o que por su oficio lo requería, como juristas, teólogos, médicos y estudiantes, podía comprar o acceder a los libros, aseguró Pedro Guibovich Pérez. “Fueron ellos los principales, pero no únicos, consumidores de libros. También hubo mujeres alfabetizadas con libros, en particular en los conventos. Se ha demostrado que hubo indios, principalmente miembros de la élite, aficionados a la lectura que poseían libros”, añadió.
Teodoro Hampe Martínez indicaba que los textos editados en España se podían vender en las colonias en América a distintos precios. En el caso del Perú alcanzaban valores elevados “debido a su lejanía y su riqueza económica”. Al respecto Pedro Guibovich Pérez agregó que el precio de los libros en la colonia podía variar también dependiendo de su estado.
“Si el libro era nuevo, como en nuestros días, el precio podía ser elevado; pero si era de segunda mano, el precio era bajo. Existía un enorme mercado de libro de segunda mano. Los precios de los libros que se vendían, por ejemplo, en las almonedas de bienes de difuntos solían ser fuertemente castigados y ello hacía posible que gente de condición social y económica muy diversa pudiera adquirir textos impresos. En cualquier caso, hace ya bastante tiempo que Fernando Bouza sostuvo que no pocas bibliotecas de la España del Siglo de Oro fueron resultado de compras en almonedas o lugares donde se expendían libros de segunda mano. Con seguridad sucedió algo similar en el virreinato peruano”, expresó.
¿Por qué era importante poseer libros en la colonia? el historiador Pedro Guibovich Pérez sostuvo que tener una biblioteca personal durante el virreinato y en el mundo de aquel entonces permitía al propietario “saciar la curiosidad intelectual” y era expresión del “cultivo del intelecto” y de una “condición cultural privilegiada”.
“Como en la actualidad, poseer una biblioteca permitía a su propietario no tener que depender de otros para saciar su curiosidad intelectual. Más aun la posesión de una biblioteca particular suplía la inexistencia de bibliotecas públicas. En la formación de una biblioteca privada pesaba la consideración hacía el libro. Para el hombre de letras, el libro es una herramienta de trabajo y de consulta, ya que uno puede leerlo, meditarlo, anotarlo y, eventualmente, escribir comentarios en los márgenes de las páginas. También la posesión de una biblioteca era una expresión del cultivo del intelecto y de una condición cultural privilegiada. Basta recordar que era una minoría la que sabía leer y escribir”, manifestó.
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