Restos pertenecen a familiares o amigos de los devotos o son de desconocidos, a quienes adornan con sombreros, gorros, gafas de sol y tienen a diario en sus casas en altares con velas, comida y bebida.
Miles de bolivianos, particularmente los indígenas de la etnia aimara, acudieron al cementerio más grande de La Paz para venerar a las calaveras de su propiedad, un antiguo rital conocido como la fiesta de las "Ñatitas" (chatas o sin nariz).
En muchos casos, los cráneos venerados son de familiares o de los amigos de los devotos, quienes habitualmente les rinden culto en los altares que tienen en casa con velas, comida y bebida para pedirles prosperidad o la protección de su salud y viviendas.
Los seguidores de este culto adornaron a sus calaveras con sombreros, gorros, gafas de sol y las colocaron en urnas especiales para presentarlas en el cementerio al cumplir con esta macabra tradición, muy arraigada en La Paz, según constató Efe.
El origen de esta tradición es incierto, si bien la creencia mayoritaria es que data de la época precolombina.
Los devotos llevaron las calaveras al cementerio en un populoso barrio del noroeste de la ciudad, una semana después de la celebración de Todos los Santos y el Día de los Difuntos.
Quienes practican las ceremonias creen que los espíritus de las "Ñatitas" descienden a la Tierra desde el Cielo para proteger a la familia que las posee y por eso las llevan al cementerio para que estén en un ambiente de mayor familiaridad, les ofrecen cigarrillos y bebidas y les rezan.
La iglesia Católica rechaza el culto a las calaveras pese a que miles de personas insisten en llevarlas al templo del cementerio en las urnas para que sean bendecidas por el párroco, que se limita a dar algunas charlas de reflexión sin involucrarse en la celebración.
El párroco coloca los recipientes de agua bendita para que los devotos rocíen a sus "Ñatitas".
Las motivaciones para tener una calavera son diferentes y algunas personas tienen más de una, como una mujer de nombre Leonor, una comerciante de La Paz, a quien su comadre obsequió hace siete años a una pareja de "Ñatitas", bautizadas como Pascualita y Víctor, a quienes ha confiado el cuidado de su casa.
"Les tengo en la casa porque está vacía la mayor parte del tiempo. Les digo que cuiden la casa, yo les pido eso más que nada. Les tengo mucha fe, mucha devoción", relató Leonor a Efe.
Eve Astorga comenta, de su parte, que el par de calaveras que sacó para la fiesta, llamadas María y Lucho, cuidan de su salud desde hace muchos años, y a cambio, ella les prende velas todos los lunes y les entrega dulces de cacahuete y chocolate que cree que son sus preferidos.
Según Astorga, el número de calaveras que tendrá una persona depende de las mismas "Ñatitas", pues "cuando quieren estar solos, lo están, y cuando quieren buscar una pareja, la consiguen".
Carmen Fox, otra devota, tiene a Panchita desde hace 12 años y le está muy agradecida porque, según dijo, a través suyo, sus hijos "se han acercado mucho a Dios".
"Ella me hace recuerdo que no debo hacer daño a nadie porque voy a terminar como ella. Lo único seguro que tenemos en esta vida es la muerte", declaró Fox a Efe y aseguró que hoy llevó a la calavera al cementerio para que se encuentre con sus amigos.
Tras los rituales en el camposanto, algunas familias salieron en procesión hacia sus casas o a salones contratados para hacer fiestas por todo lo alto, con abundante comida, bebida y música.
EFE
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