A los 18 años, la estudiante universitaria ganó el Premio José Watanabe Varas 2017. Para ella, se trata de un triunfo para los escritores de su generación. Su poemario "Matrioska" cuestiona las relaciones humanas, donde destaca el complicado binomio madre-hija.
Del gusto por la lectura pasó a la práctica de escribir. Los títulos de la biblioteca de su colegio -que incluían a César Vallejo y Blanca Varela- incentivaron a Valeria Román Marroquín a coger la pluma a los 12 años. Antes de tener su DNI, publicó su primer poemario “Feelback” y (para su sorpresa) ganó, con 18 años, el Premio José Watanabe Varas 2017. La etiqueta de “poeta joven” va seguida de su nombre, pero no es una que a ella le guste.
“Algún día voy a envejecer” -dice con humor- “Creo que va a ser así hasta que aparezca otro poeta mucho más joven. Nunca me ha gustado mucho esa etiqueta. De alguna forma, hace que el lector se aleje de la obra y le dé mayor peso a algo irrelevante (como mi edad) para valorar lo que pueda o no escribir”, comentó la joven.
Ella dedica el premio a las personas que la acompañaron cuando empezó a publicar. Valeria sabe lo cerrada que puede ser la crítica y la falta de espacios que encuentran las escenas de poesía joven para darse a conocer.
“Por distintos motivos son infravaloradas o maltratadas. El que poetas más jóvenes comiencen a ganar este tipo de premios es una especie de triunfo”, recalca la estudiante de Filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Entonces, ¿dónde encuentran espacios para darse a conocer? Son propuestas que ellos mismos han creado ya sea en recitales, revistas o páginas web.
“Matrioska” -libro ganador del X Premio José Watanabe Varas, otorgado por el Fondo Editorial de la Asociación Peruano Japonesa- nos presenta un cuestionamiento a las relaciones humanas, donde destaca el siempre complejo binomio madre-hija.
Valeria Román cuenta que su familia más cercana está conformada por mujeres; por lo que empezó a escribir de su experiencia. “Además, mi relación con mi madre es un poco complicada” -ríe- “Creo que comencé a escribir ‘Matrioska’ como una forma de entender esa relación paradójica. Es difícil, pero te acompaña toda la vida y tienes que vivir con ello”. Por el momento, no sabe si el poemario la ha ayudado a entender mejor a su madre, pero sí sabe que seguirá escribiendo hasta que ya no sea (tan) joven.
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