La historia de amor entre el poeta peruano y la joven parisina surgió cuando ambos vivían frente a frente. Ese amor llevó a Georgette hasta Lima, donde luchó por el reconocimiento de la obra de su esposo tras su muerte.
La historia de amor entre Georgette Philippart y César Vallejo nació en silencio, entre miradas cómplices de una ventana a otra. Ella, una joven costurera de 18 años con estudios en Londres y él, un poeta peruano que vivía en la Ciudad Luz desde 1923. El matrimonio estuvo junto por diez años, pero su amor perduró hasta la muerte de Georgette en 1979 en Lima, a 10.253 kilómetros de su París natal.
La joven escritora conoció a César Vallejo cuando tenía 18 años. En mayo de 1926, cuando Vallejo mantenía una relación con Henriette Maisse, Georgette se entera de la existencia del poeta.
“Nos conocimos de una manera muy curiosa, un poco ridícula si usted quiere. Usted sabe que los sudamericanos hacen muchos gestos al hablar. Y yo veía en la casa de enfrente, contra la luz tamizada de una pantalla roja de muy mal gusto, a unas personas discutiendo, gesticulando. Era invierno y las ventanas estaban cerradas. Y yo, conmovida le dije a mi madre: Pobres los vecinos de enfrente son sordomudos. Llegó la primavera; un domingo, yo estaba asomada a la ventana y los vi gesticulando como siempre, pero también oí su voz. ¡Mamá, el vecino de enfrente habla! Así, de esta manera, empezaron las cosas. Por eso puse atención en él”, contó Georgette de Vallejo en una entrevista con la revista española “Triunfo” en abril de 1976.
En 1927, Vallejo le hace una invitación para tomar café. Marie Travers, madre de Georgette, se opone a la relación entre ambos. Un año después de la muerte de Marie, en noviembre de 1928, ella decide comenzar el romance con Vallejo.
“Nos tratamos tres meses y un día desapareció. Mi madre cae enferma, se muere y ese día regresa Vallejo a la calle Molière. Me vino a presentar las condolencias y me dijo, así como si me dijera: por favor, alcánceme los fósforos, que debíamos vivir juntos. Y yo no dije ni sí, ni no, siguió la conversación, pero ni por un momento pensé decir que no. Sin estar enamorada, hacía tiempo que sentía que tendría que ser así: era la predestinación”, contó.
MUERTE DE VALLEJO Y SU VIAJE A LIMA
En octubre de 1934, Vallejo y Georgette se casan por civil en París, dos años después de retornar al país europeo tras ser expulsados de Francia por sus vínculos comunistas. La poesía y el marxismo eran dos cosas que unían a la pareja.
Vallejo muere a los 46 años, un viernes santo en París. Georgette le cede su espacio en la tumba familiar en Montrouge. En 1939, un año después de su muerte, edita y publica “Poemas humanos”, la obra poética completa de su esposo junto a Raúl Porras Barrenechea.
Tras su muerte, dedicó sus esfuerzos para lograr que la obra literaria del poeta peruano se convirtiera en un bien universal. Durante los años de la ocupación alemana a Francia, Georgette cuidó los manuscritos de su esposo con temple de guardián.
Llega a Perú en 1951, donde decide vivir bajo una pequeña pensión que obtuvo tras la llegada de Porras Barrenechea en el Ministerio de Educación hasta 1968. Es recordada por su mal carácter y la irritabilidad para guardar con celo la memoria de su esposo.
En 1970 y luego de años de trámite, Georgette logra trasladar los restos de Vallejo al cementerio Montparnasse, con un epitafio que se lee “Ha nevado tanto, para que duermas”, haciendo alusión al tiempo que tardaron las gestiones.
El cementerio de Montparnasse guarda en sus tierras los restos de grandes artistas de la historia mundial: Charles Baudelaire, Samuel Beckett, Jean Paul Sartre, Simone Beauvoir, Julio Cortázar y Carlos Fuentes.
SUS ÚLTIMOS DÍAS
En 1978, Georgette sufre un severo accidente: rueda por las escaleras y presenta un accidente cerebrovascular y hemiplejia parcial. Incluso en esa época y en un difícil proceso de recuperación, Georgette seguía oponiéndose seriamente a la repatriación de los restos de su esposo “siguiendo su voluntad”. Murió en Lima.
Georgette de Vallejo fue la encargada de difundir las obras de Vallejo tras su muerte. “Poemas humanos”, “Novelas y cuentos completos” -que incluye famosos relatos como “El Tungsteno” y “Fabla salvaje”-, “Obra poética completa” con “Los heraldos negros” y “Trilce” como principales poemas, “Contra el secreto profesional”, “El arte y la revolución”, “Teatro completo” y “Obra poética completa” son las obras que supervisó.
Además del trabajo editorial, Georgette también publicó tres obras: “Máscara de cal”, “Apuntes biográficos sobre peomas en prosa y poemas humanos” y “Allá ellos, allá ellos, allá ellos”. Muchos de esos versos, 30 en total, fueron dedicados a Vallejo.
AMIGO
“Amigo, esposo mío,
ya vuelve la primavera,
donde están los hijos que no tuvimos,
tú y yo que solo supimos mal hacer.
Amor mío, adiós en el aurora,
no volveremos a vernos nunca”
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