Su hija y su nieta, Diana Negrete y Deborah García, respectivamente, estuvieron presentes en el acto en el que destacaron su defensa de los derechos de los actores.
La comunidad mexicana de Ginebra homenajeó hoy a una de las figuras más ilustres del mundo del espectáculo de su país, al cantante y actor Jorge Negrete, ahora que se cumplen 100 años de su nacimiento, coincidiendo además con el 100 aniversario de la Revolución de su país natal.
El tributo al "charro cantor", que nació el 30 de noviembre de 1911 en Guanajuato (México), contó con la presencia de su hija y su nieta, Diana Negrete y Deborah García, quienes destacaron la "humanidad" de un hombre que sacrificó su carrera por defender los derechos de los actores con la creación del Sindicato de Trabajadores de la Cinematografia de México.
"Fue un humanista listo, leal y sincero" señaló su hija, quien, a pesar de haber perdido a su padre con sólo 11 años, dijo que todavía lo siente vivo y lo recuerda cada día, además de no poder contener las lágrimas cuando ve sus películas.
Su nieta, que sólo conoció a su abuelo a través de sus películas, señaló que cuando lo veía en pantalla no lo veía como el guapo galán del que todos hablan, pero que ahora sí que le parece "un señor muy bien parecido, que rompe el piso".
"Más allá de su talento y su belleza, me quedó con el hombre íntegro, generoso y filántropo del que todo el que lo conoció bien me habla", precisó la nieta.
Al margen de sus valores humanos, lo cierto es que su inconfundible voz -era barítono- y el mensaje patriótico de sus rancheras, que ensalzaban la virilidad, el valor y la familia, convirtieron a Negrete en héroe nacional de un México necesitado de mitos sobre los que reconstruir su identidad nacional, tras los enfrentamientos civiles de la Revolución.
A través de su música y sus películas, Negrete fue la estrella de la época, encarnando la versión mexicana del "glamour" de Hollywood -donde murió en 1953-, gracias en parte también a sus tumultuosas relaciones sentimentales con conocidas estrellas del momento, como Gloria Marín y María Félix, dos de las actrices más representativas de la edad de oro del cine mexicano.
Según relató su hija, tras su paso por la academia militar, en 1931 solicitó permiso al Ejército para poder dedicarse enteramente a la música, con la que se abrió camino cantando el radios, compañías de revista y orquestas, donde muchas veces le pagaban con vales de comida.
Su primera aparición en el cine fue en 1937, en la película "La madrina del diablo", y a partir de entonces su presencia en el cine mexicano fue una constante con títulos como "Caminos de ayer", "Perjura", "El Fanfarrón", "Juan sin miedo" o "Juntos pero no revueltos", todos ellos rodados en 1938.
No fue hasta el filme "Ay Jalisco no te rajes" (1941), en la que canta la canción del mismo nombre convertida ya en un himno del folclore mexicano, cuando consiguió el reconocimiento y la fama internacional.
En esa película conoció además a Gloria Marín, con la que inició un intermitente romance de doce años que marcó el fin de su matrimonio con su primera esposa, Elisa Christy, de la que se divorció definitivamente en 1942, tras el nacimiento de su única hija Diana.
Según ésta, Gloria Marín fue el "gran amor" de la vida de su padre, pero la diva mexicana "no supo corresponderle" y "lo engañó".
Luego llegaron "Seda, sangre y sol" (1942), "El peñón de las ánimas" (1943) -en la que conoció a María Félix, su segunda esposa-, "Si Adelita se fuera con otro" (1948) o "Allá en el rancho grande" (1948), junto con premios y reconocimiento internacional, además de su sonado matrimonio con Félix, cuando ambos ya eran archi-conocidos más allá de México.
Todo esto, hasta la muerte del "charro cantor" el 5 de diciembre de 1953 en Los Ángeles a causa de una cirrosis originada por un problema hepático que aquejaba desde la adolescencia y su funeral en Ciudad de México que atrajo a miles de sus compatriotas.
EFE
Comparte esta noticia