La estatura, los problemas físicos, la agresividad de los rivales, la presión. El argentino no se cansa de superar obstáculos.
Como en un partido de fútbol, la vida nos obliga a ir siempre hacia delante, a sortear los problemas que se nos presentan. Pero no todos estamos capacitados para resolver esta tarea. Lionel Messi desde muy niño tuvo que enfrentar la adversidad, su mismo cuerpo se convirtió en una barrera que no lo dejaba crecer, pero se animó a gambetear el destino y poco a poco se fue convirtiendo en un enorme jugador.
Una gambeta es una ilusión. En cada partido Messi intenta las mismas gambetas, una y mil veces. Los rivales estudian a la 'Pulga' hasta con microscopio, los periodistas y los espectadores en el mundo entero saben qué y cómo las va a hacer. Sin embargo las gambetas de Lio vuelven a dejar en ridículo a quien se le ponga en el camino. El cuerpo de Messi es solo un disfraz que oculta su inmensa timidez, pero le permite convertirse en superhéroe de muchos chicos que como él sueñan con hacer cosas de grandes. Como los magos repite ese truco cada semana, donde la bolita siempre está donde uno menos la imagina (Rpta.: debajo del pie izquierdo de Lio), dejándonos a todos con la boca abierta.
Una gambeta es salud. En esta última semana debe haber sido una de las peores de su vida (tras ser eliminado de la Champions a manos de Juventus), todos vimos el desánimo de enfermo dibujado en su cara y la cabeza enterrada. A partir de ahí empezaron los juicios de valor, las conjeturas de un final de carrera próximo, de su friaje en partidos calientes. Frente al Real Madrid iba directo a un callejón oscuro, con el equipo de Zidane puntero de la Liga, envalentonado por un largo invicto y por haber borrado al Bayern de la Champions. Una vez más Messi se curó con gambetas, acabó con las dudas y las críticas. Se hizo dueño del Santiago Bernabeu y el partido se jugó a su gusto. Lo golpearon, le rompieron la boca pero no sirvió de nada, Messi gozaba de buena salud.
Cuando parecía que la liga se terminaba en Madrid, a veces no alcanza con las gambetas, Messi apareció en el final. Sacó esa fantástica pierna zurda llena de agujeros por tantas inyecciones y anestesió un estadio hasta dejarlo en silencio. Lo ganó con la camiseta, no con la del Barza que mostró al mundo entero, lo hizo con la que usan los distintos, ganó un partido imborrable con la 10. Esa que para muchos es una carga, para él es una bandera de orgullo. Lo fantástico de esta historia es que las gambetas de Messi no acaban nunca, siempre habrá un partido de fútbol para volver a asombrarnos.
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