Fiel a su estilo, el periodista Efraín Trelles analiza la situación del 'Papá', al que le han pegado como a hijo ya que está a punto de bajar a Segunda. El agresor y principal enemigo: su presidente.
Por Efraín Trelles
El tiempo no se detiene ni con amor ni con oro. Muy pronto empezará diciembre. Correrá veloz como cada fin de año, amanecerá el 19 de diciembre y algunos, solamente algunos, otearemos el horizonte y diremos: un día como hoy hace siete años el Cienciano se coronó campeón de la Copa Sudamericana.
Para entonces es muy probable que el Papá haya descendido a Segunda División. Y aún si se hubiera salvado, podremos decir del Cienciano que hoy tan solo de ese apogeo le quedan: banderines y retratos, “cartas de amor y nada más”
Siete años han pasado. Siete años como en las sagradas escrituras, solamente que ahora estamos en las vacas flacas. La penosa actuación de Juvenal Silva, caradura es un tecnicismo apropiado, ilustra la orfandad de un grupo de jugadores abandonados a su suerte, liderados por el bueno de Sergio Ibarra.
Esos jugadores irán a luchar por tres puntos en el Elías Aguirre. Irán los del Cienciano, digo, con el corazón en la mano a buscar salvar la vida.
Las arrugas son así. Ya no vamos a perder el tiempo criticando la mala administración de Juvenal, campeón de la informalidad.
Además recordemos que fue ese mismo estilo el que nos llevó al título.
Sí está claro que la informalidad solamente piensa en el presente. Sí está claro que el Cienciano se hunde saturado de deudas. Sí está claro que hasta en su hora de definición a Juvenal le tocará pagarlas todas. Empezando por el veto a Reynoso.
Cuando Silva estuvo al frente de la selección marginó a Reynoso. Con Oblitas ya habían arreglado, pero al final el Juve vetó a Reynoso y todo se cayó. Hoy, cosas de la vida, el Cienciano depende de Reynoso y del Aurich. El fútbol y la vida son así: o tú o yo.
Comparte esta noticia