El periodista Efraín Trelles palpita desde ya el partido de semifinales entre Perú y Uruguay, y además cuenta cómo los argentinos piden que la 'Bicolor' derrote a la celeste.
Escribe Efraín Trelles
Desde Buenos Aires
El bus que nos trae del interior para por fin en la estación de Retiro, en Buenos Aires. Parece de madrugada y es imposible no robarse los versos del Zorzal Criollo. “Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno”. Así cantaba Carlos Gardel y cada día canta mejor.
Volver a Buenos Aires ubicado ya entre los cuatro mejores de América, tiene sus efectos. La lluvia, para empezar, parece apenas una caricia, los bultos no pesan y hasta los taxistas, hace poco reticentes, abren amables su cajuela, toman las maletas de uno y sueltan la frase del momento: “Grande Perú… y mañana por nosotros” “¿Descuide, amigo, mañana serán vengados?” “¿A dónde vamos, Jefe?” “Suipacha y Arroyo”
Una vez allí la casera nos recibe con esa alegría maternal porteña que solo había vivido en la versión, en blanco y negro, de la telenovela Nino. “Y sha saben, chicos… mañana por nosotros.” Las cosas simples de la vida.
Ya en el centro de prensa se empiezan a ordenar las ideas. La verdad es que este “chico” de 58 añitos no cambia su postura. Le tengo miedo al triunfalismo de último minuto. Me incomoda el rugido culposo de los conversos. El ruido de personalidades del mundo mediático, de la esfera política o del entorno farandulero. Algunos son los mismos que querían destruir la organización que ha tenido a su cargo la preparación de este equipo y hoy se ponen la vincha con interesado frenesí.
Me incomodan, me distraen, me apartan del trabajo.
Intentaré explicar este sentimiento polivalente de otro modo. Desde que empecé a escribir esta nota, he tenido que interrumpirla dos veces para atender a la televisión japonesa e italiana. Es lo que corresponde. Ahora mismo levanto la mirada y veo al compañero Mateo dando declaraciones para una tercera cadena. Ahora mismo otra productora pide permiso para filmarnos mañana en la cabina de La Plata.
Aplique usted esta observación al terreno del propio jugador, del verdadero protagonista. Si antes te buscaban dos periodistas extranjeros, ahora son seis. Y, lo que puede ser más negativo en el corto plazo, si antes se interesaban por ti uno o dos empresarios (los de siempre), ahora no bajan de ocho. Y cada uno viene con una oferta mejor, arropado de cifras capaces de moverte el piso.
Fuerza mental. Es todo lo que se necesita para estar a salvo del circo de la hora undécima. Yo creo tenerla y por eso me expreso de esa forma. Pero no intereso. El jugador es el que interesa. Y la verdad, cuando asoman los empresarios como moscas, no conozco futbolista al que no se le mueva el piso.
En fin. Aprendamos de Uruguay. Comen carne pero parecen vegetarianos. En fútbol son millonarios pero saben jugar como pobres. No perdamos nuestro perfil.
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