El duelo entre celestes y cremas no tuvo goles, pero si excesiva violencia por parte de ambos bandos.
Por Efraín Trelles
Los ruidos del Cristal – Universitario son ya un recuerdo y seguidores de ambos equipos tienen razón para estar contentos o para estar frustrados. Contentos, porque cualquiera de los dos pudo haber perdido el encuentro. Frustrados, porque un lance bien planteado y muy parejo se definió sin que ninguno de los dos equipos alcanzara en el último cuarto de hora a cuajar la descarga insinuada tímidamente sobre el verde.
La ausencia de emociones en ambas áreas, sin embargo, intentó ser suplida de la peor manera por un discutible dúo de oro. El Negro Galván y Edwin Pérez, este sí de color serio, fueron los protagonistas. Ambos son jugadores de corazón grande pero se agarraron en el área celeste y se repartieron bien. No fueron solamente pañuelazos.
Por eso sorprende la actitud del árbitro Rivera quien se limitó a mostrar la amarilla a ambos. El árbitro pisoteó el reglamento y mostró carecer de criterio. Cuidar el partido no significa permitir patadas y puñetes en el área.
Si el árbitro Víctor Hugo Rivera tiene interés por su imagen de juez FIFA debería entender que el reglamento sanciona la agresión tanto como el intento de agresión y si botaba a ambos nadie lo hubiera criticado.
Establecida esta salvedad que ojala entienda el characato, el crema pegó con largueza impactando seguido en un Pérez algo sorprendido por al combinación del Negro Galván, algo parecida a las de “Comegato” Mina Zambrano. Cuidado
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