"Aladino y el Tigre: fábula sobre una derrota". Lee la reveladora columna de Juan Carlos Vizcarra sobre la derrota de Perú y la expulsión de Cueva.
Tenemos uno de los peores inicios de un ronda eliminatoria en años: tras dos partidos no hemos podido sumar puntos. En la noche del martes frente a Chile volvimos a tropezar con nuestro problema más grave, el manejo de situaciones límite.
CUEVA Y UN PELOTAZO EN CONTRA. Cuando todos esperaban que Aladino frote la lámpara para que aparezca su genio futbolístico, sacó lo peor que puede tener un futbolista: el hincha que lleva dentro.
Hay hinchas, hinchas-delincuentes, periodistas-hinchas, pero el más peligroso de todos es el jugador-hincha porque a diferencia de los otros (que están en la tribuna, una cabina o en su casa), él está dentro de un campo de juego.
LOS HINCHAS pueden comportarse como verdaderos patanes silbando el himno de un país, para tratar de infundir miedo al rival y creer que así puede contribuir a ganar un partido de fútbol.
LOS HINCHAS PERIODISTAS. Son aquellos que se dedican a incendiar de odio sus audiencias anunciando e incitando a jugarnos el alma y nuestro orgullo en una nueva GUERRA DEL PACIFICO.
EL HINCHA-JUGADOR. Este es el peor de su especie, porque puede perder la cabeza en segundos por el simple hecho de anteponer el corazón a la razón. Y este juego necesita cada vez mas deportistas pensantes, más profesionales. Caemos en las trampas de los rivales y aparece el jugador de fulbito, el pichanguero, el amateur, ese que cree que todo vale con tal ganar y que es capaz de actuar de la manera más tonta posible: agredir para hacerse el macho del barrio, tal como lo hizo Cueva frente a los chilenos.
Cuando el futbol era en blanco y negro, tu papá, tus hermanos mayores y los honorables periodistas de saco y corbata nos vendieron el juego pícaro (pendejo) y callejero de Roberto Chale, el actual DT de Universitario de Deportes, celebrando agredir con un pelotazo en la cabeza a un defensor argentino en la mismísima Bombonera. Claro, esa vez clasificamos y eliminamos a los pedantes argentinos con nuestros “vivos” jugadores de barrio. Y a nadie le importó si estaba bien o mal.
Y EL HINCHA-ENTRENADOR. Eso fue ayer Ricardo Gareca, el Tigre (prometo nunca más llámalo así, profe), porque cuando tuvo que reemplazar a Carrillo pensó en seguir atacando a Chile y puso a Yordi Reyna, lo que obligó a Farfán a dedicarse a marcar. El mismo DT argentino lo reconoció, fue un error lo de Reyna. Perú con el 2-1 arriba siguió corriendo detrás del toque chileno. Sin con once nos estaba costando, con diez (y con Paolo y Yordi que no marcan) era un suicidio.
Gareca pensó como hincha y aún ganando fue por más. Entonces el equipo quedó desequilibrado. Enfrente no solo estaba el Campeón de América, sino el equipo que nos había sacado de la Copa. Y nos quedamos sin nada.
Es verdad que falta mucho, pero esta fábula tiene su moraleja: el corazón nos hace perder la cabeza y las Eliminatorias.
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