La firma es la reina de los desfiles parisinos, una prueba más de que el carácter transgresor que Coco Chanel imprimió a su primera tienda hace un siglo.
Francia inventó el glamour, pero la sofisticación fue obra de Coco Chanel; la mítica firma cumple 100 años sin padecer los síntomas del paso del tiempo y un centenar de tiendas de la marca se diseminan por el mundo, convertidas en meca de la sofisticación y en satélites de sus míticos desfiles.
Si toda pasarela es una demostración de poder, Chanel es la reina de los desfiles parisinos, una prueba más de que el carácter transgresor que Coco Chanel imprimió a su primera tienda hace un siglo en la localidad de Deauville permanece intacta con el paso del tiempo.
Así, con motivo de la última edición de la pasarela francesa, el grandioso Gran Palais empequeñeció con una gigantesca bola del mundo en la que aparecían marcadas las tiendas de la firma, mientras que el año pasado este mítico espacio parisino se transformó en un parque eólico, molinos de viento en marcha incluidos.
Chanel cumple cien años sin bajarse del podium del glamour e instalada en el imaginario como el cenit de la sofisticación, y para celebrar este centenario aniversario su capitán creativo, el inclasificable Karl Lagerfeld, ha cambiado aguja y dedal por cámara y guión para rodar "Once upon a time", un corto que narra los comienzos de la diseñadora francesa.
Chanel eligió para su primera tienda Deauville, una pequeña localidad de la costa de Normandía, por su cercanía con París y porque se había convertido en el lugar preferido de veraneo de la aristocracia y elite de la capital.
Junto a los sombreros, comenzó a vender ropa informal, de corte masculino, que liberaría a la mujer de los encorsetados patrones de la época, y que poco a poco cultivarían más éxito que sus innovadores sombreros de paja, aderezados con lujosas cintas, plumas y perlas.
Mucho ha llovido desde aquellos arduos comienzos, en los que una mujer con carácter como Gabriel Chanel, entonces bien posicionada pero de orígenes muy humildes, luchaba por hacerse un hueco en al escena creativa francesa dominada por Paul Poiret.
Ahora es el todopoderoso y controvertido Karl Lagerfeld el que maneja el timón de la firma, que ha sabido adaptarse al paso del tiempo sin renunciar a las señas de identidad de la firma: líneas depuradas, tweed en todas las combinaciones de color posibles y el vestido de falda y chaqueta y el vestido negro de cóctel.
EFE
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