La Ciudad Blanca es el punto de partida de una nueva ruta que incluye los más fascinantes paisajes, aromas y bodegas del sur del país.
(EFE / Fernando Gimeno) Particularmente brillantes y profundamente aromáticos, así son los piscos de Arequipa, donde una ruta por sus centenarias y pintorescas bodegas permite saborear el emblemático destilado de uva peruano en los valles de un árido desierto que coronan humeantes volcanes.
Sobre ese imponente y sobrecogedor escenario, en el que también hay restos arqueológicos del Antiguo Perú y huellas de dinosaurios, una veintena de apasionados productores muestran la dedicación y empeño que ponen a diario en sus viñedos para obtener finos y exquisitos piscos, premiados en los mejores concursos.
Recorrer las veinte bodegas puede tomar al menos tres días, por lo que el gobierno regional de Arequipa, impulsor de la ruta, la ha dividido en tres partes: la norte, donde están los valles de Camaná y Caravelí; la centro, con el fértil valle de Majes; y la sur, con los valles de La Joya, Santa Rita de Siguas y Vítor.
Iniciando la excursión . Para llegar a ellos hay que partir desde la capital de la región, Arequipa, también conocida como la 'Ciudad Blanca' por sus edificios construidos con sillar volcánico, y adentrarse en el desierto de La Joya, lugar de experimentos sobre la vida en Marte, pues su extrema aridez y nula vegetación presenta paisajes casi marcianos.
Con un poco de suerte, en el horizonte se puede apreciar alguna de las enormes fumarolas que acostumbra a expulsar el volcán Sabancaya.
El recorrido busca mostrar esos parajes no tan conocidos de Arequipa y ser una alternativa a sus atractivos turísticos más famosos, como el Cañón del Colca, principal punto en Perú para avistar cóndores, explicó a Efe el gerente regional de turismo de Arequipa, Miguel Apaza, durante el Inkafest, el festival de cine de montaña de Perú.
Bodegas y alambiques. Al llegar a Santa Rita de Siguas, Víctor Hugo Zegarra, dueño de la bodega Luzmila, productora del pisco Midolo, adula a los visitantes con su acholado (mezcla de cepas) e italia, de aromas cítricos y de jazmín, mezclado con tonos dulces, que envuelven con carácter los 44,5 grados de alcohol de este destilado.
Sin embargo, se reserva su mejor carta para el final: un mosto verde de uva negra criolla, cepa insignia de los pisqueros arequipeños, y solo un sorbo basta para sentir con claridad su cuerpo, contundente y delicado, que despliega un nuevo cúmulo de matices sobre la nariz, el paladar y la lengua.
"A este pisco le apuesto todas mis fichas" para ganar premios, dice a Efe Zegarra, emocionado por su fuerza aromática, que atribuye a la ubicación de su viñedo a más de 1.200 metros de altitud, lo que permite que la uva "descanse" en la noche con temperaturas suaves. "Es como si la planta también durmiera", agrega.
Lo cuenta mientras revisa su alambique, donde se desvela por las noches cuando destila el mosto verde, porque para Zegarra, como para muchos de sus compañeros, el pisco es una pasión, una tradición familiar a la que dedican su vida aunque a muchos no les alcanza para subsistir y deban dedicarse a otras actividades.
Cepa ancestral. Al adentrarse en el valle de Majes está Jorge Estremadoyro, dueño de la bodega Estremadoyro, que muestra con garbo la solera de su instalación familiar, donde conserva un torno para prensar uva y unas tinajas para fermentar el mosto de 400 años de antigüedad, prueba de la presencia del pisco desde al menos la época colonial.
Esas arcaicas tinajas también se encuentran en otras bodegas como Viña de Pitis, productora del pisco Cepas de Loro, cuyo símbolo evoca a uno de los numerosos petroglifos (dibujos en piedras) que se pueden encontrar en Majes, obra de civilizaciones prehispánicas, al igual que hace Enrique Luque Vásquez en su pisco Toro Muerto.
En la ruta también se puede pasar por las bodegas Viña La Joya, Zegarra e hijos, Viña Vítor, El Socabón, Viña del Ocho, Luque Vásquez, Reinoso, Don Berly, La Barrera, Santo Domingo, Bodega Yáñez, Vieja Herencia, Camaná, Buen Paso, Crucero, Chirisco y Acapana.
Si se consigue visitar todas, no solo quedará un agradable sabor de boca, sino también la experiencia de recorrer los recónditos paisajes de Arequipa, una región peruana con multitud de rincones aún desconocidos para el turismo a gran escala.
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