Los hijos abandonados por papá después del divorcio tendrán más problemas emocionales y de personalidad que los niños con padre.
Las investigaciones demuestran que uno de los factores de mayor importancia para la adaptación del niño al divorcio es que el padre tome parte activa en la vida de su hijo. Edward Tyber, autor del libro "Cuando los padres se separan", encontró que la mayoría de los niños "pierde" al padre como resultado del divorcio. El 75% de estos padres ven a sus hijos menos de una vez por semana y más del 50% no mantienen contacto con ellos.
Muchos padres han sido educados en la creencia de que las mamás son las responsables de la crianza y que la función del hombre está limitada al mantenimiento económico y la disciplina. Esto limita la intervención masculina en la crianza y no sienten que su papel es vital para el desarrollo del niño. Lo que es peor, muchas madres piensan igual. Es más probable que los hijos tengan problemas emocionales y de personalidad si el padre no forma parte activa en su educación después del divorcio. Los niños que pierden la figura masculina paterna después del divorcio no se desempeñan tan bien en los ámbitos escolares ni sociales como los que disponen del padre. Aunque los efectos parecen peores en los varones, también se producen en las hembras. Los problemas en ellas se hacen más evidentes cuando entran en la adolescencia. Las jóvenes abandonadas por papá tienden a tener más dificultades para establecer una relación amorosa, se relacionan con menos seguridad con los varones, son sexualmente activas a menor edad y llegan a tener más compañeros de aventura que las jóvenes que cuentan con el padre. Las mujeres que sufrieron abandono paterno suelen tener más matrimonios inestables e insatisfactorios y divorcio que las que disfrutaron de su compañía.
A pesar de esto, no todos los niños sin padre sufren traumas, algunos se adaptan sin inconvenientes, sobre todo cuando han tenido figuras masculinas sustitutas o madres competentes que suplen la carencia del papá.
Cuando el padre no se ocupa de sus hijos después del divorcio, en lugar de fomentar la ilusión de que el padre va a ocuparse de los niños, conviene que se les diga la verdad: Que el padre no volverá a visitarlos con regularidad. Las falsas promesas generan sentimientos de desconfianza y desilusión. Aunque es una realidad dura, la madre no debe pensar en evitársela, ella no debe proteger al padre. Puede explicar que se trata de un problema o conflicto del papá, o una limitación en su capacidad de ser padre y que no es consecuencia de que los chicos sean malos ni aptos para ser amados. Así se evita que puedan pensar que como hijos tienen algo malo, un defecto y que por eso el padre no quiere verlos.
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