La historia de Ignacio-María Doñoro empieza en El Salvador cuando conoció a un menor de 14 años con parálisis, cuyos padres lo vendieron a traficantes.
El tráfico de órganos infantiles se ha convertido para gente inescrupulosa en un negocio rentable en diversas partes del mundo, especialmente en países subdesarrollados. Son los padres de los menores quienes ofertan a sus hijos a los traficantes para poder obtener algún beneficio económico.
Así lo hizo saber el sacerdote español Ignacio-María Doñoro de los Ríos, quien contó al portal El País que en una oportunidad tuvo que comprar a un menor para rescatarlo de esta mafia. El hecho sucedió hace 20 años, luego de haber recibido una suma de dinero para comprar juguetes a niños pobres de El Salvador.
Según cuenta, una noche se le apareció un pequeño con una mirada tierna, y al querer saber más del menor consultó a las monjas; ellas le dijeron que sus padres lo habían vendido para el tráfico de órganos y lo iban a matar. Al sentir la impotencia de la suerte del menor, quien tenía parálisis, decidió comprarlo.
“Fuimos al monte a buscar a los traficantes, les pregunté cuánto valía el chaval. Creía que habían dicho 25.000 dólares; resultó que habían dicho 25 dólares, 25 dólares valía su vida”, dijo tras haberse hecho pasar por otro traficante y llevar a Manuel, de 14 años, lejos de esa gente.
Desde ese momento, Doñoro decidió iniciar esta labor: la de salvar a menores vendidos por sus padres a traficantes de órganos. Él ahora se encuentra en nuestro país, en Puerto Maldonado, donde instaló dos hogares Nazaret y tiene como proyecto hacer el Fundo Juan Pablo II, una ciudad para los niños.
En Perú también ha rescatado a varios pequeños, uno de ellos, de 7 meses y el cual no tenía nombre, fue arrojado al río por su familia con la intención de deshacerse de él. “Al momento de su rescate tenía fiebre y estaba temblando. La familia, quizás porque no les hemos juzgado, hará su partida de nacimiento y me darán un poder indefinido hasta que cumpla dieciocho años”, comenta.
Finalmente, el sacerdote, procedente de Bilbao, cuenta que diez años después de salvar a Manuel, el niño que valía 25 dólares, este le escribió para agradecerle que lo haya salvado de la maldad de los traficantes.
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