Durante su encuentro con los obispos en el Palacio Arzobispal, el Papa señaló que los religiosos deben denunciar los “abusos y excesos” y “aprender la lengua de las personas”.
Para el papa Francisco, los sacerdotes no deben tener miedo a “denunciar los abusos y excesos que se cometen frente a su pueblo”. El Sumo Pontífice se reunió este domingo con obispos peruanos en el Palacio Arzobispal como parte de las actividades de su último día en el Perú. Ante ellos, a través del ejemplo de Santo Toribio de Mogrovejo, explicó que los religiosos deben acercarse a los fieles, aprender su lengua y denunciar toda falta contra ellos. Al final del camino, señaló, ellos son el “pasaporte al cielo”.
El Papa comentó que los días que ha vivido en el Perú “han sido muy intensos y gratificantes”. “Pude escuchar y vivir las distintas realidades que conforman estas tierras y compartir de cerca la fe del Santo Pueblo fiel de Dios, que nos hace tanto bien. Gracias por la oportunidad de poder tocar la fe del Pueblo, que Dios les ha confiado”.
El ejemplo de Santo Toribio
Tras esto, recordó que el mensaje de su visita es de unidad y esperanza, un mensaje “arduo pero a la vez provocador” que lo llevó a evocar a Toribio de Mogrovejo. El Papa contó que en Vaticano hay un cuadro de este santo, que obró en el Perú, en el que se le ve atravesando un río, a partir de lo cual comenzó una reflexión sobre él como “el hombre que quiso llegar a la otra orilla”.
Francisco destacó que “para llegar a la otra orilla”, Toribio de Mogrovejo dejó la comodidad del obispado para estar donde lo necesitaban, enfrentado “los más diversos climas y geografías”. “De 22 años de episcopado, 18 los pasó afuera de su ciudad, recorriendo por tres veces su territorio (...) Hoy le llamaríamos un ‘obispo callejero”. “Sin miedo y sin asco se adentró en nuestro continente para anunciar la buena nueva”, agregó.
Acercarse, denunciar y formar
“[Santo Toribio] quiso llegar a la otra orilla no solo geográfica sino cultural”, dijo luego al recordar que el santo “promovió por muchos medios una evangelización en la lengua nativa”, ejemplo que es útil para los religiosos de la actualidad. “Nos toca aprender un lenguaje totalmente nuevo como el digital, por citar el ejemplo. Conocer el lenguaje actual de nuestro jóvenes, de nuestras familias, de los niños”. Según dijo, los religiosos deben hablar la lengua de las personas para que la fe “se arraigue y sea significativa”.
También recordó las obras caritativas de Toribio de Mogrovejo y sus denuncias sobre los abusos a los pueblos originarios, las cuales enseñan que “no puede separarse el bien espiritual del justo bien material, más aún cuando se pone en riesgo la integridad y dignidad de las personas. Profecía episcopal que no tiene miedo a denunciar los abusos y excesos que se cometen frente a su pueblo. No hay auténtica evangelización que no anuncie y denuncie toda falta contra la vida de nuestros hermanos, especialmente la de los más vulnerables”
Otro aspecto que destacó de este santo fue la formación de sus sacerdotes, señalando que “fundó el primer seminario postconciliar en esta zona del mundo”. “Entendió que no bastaba llegar a todos lados y hablar la misma lengua, era necesario que la Iglesia pudiera engendrar a sus propios pastores locales y se convierta en madre fecunda”, comentó. “El pastor conoce a sus sacerdotes, busca alcanzarlos, acompañarlos, estimularlos, amonestarlos (...) pero no lo hace desde el escritorio”.
Unidad
Como lo hizo en sus discursos ante religiosas en Las Nazarenas y ante sacerdotes en Trujillo, Francisco mencionó la importancia de la unidad, nuevamente a través de la figura de Santo Toribio de Mogrovejo y su obra en el Perú en el siglo XVI. “No podemos negar las tensiones, las diferencias. Es imposible una vida sin conflictos. Pero asumirlos en unidad, en diálogo honesto y sincero, mirándonos a la cara y cuidándonos de no caer en la tentación, o de ignorar lo que pasó o quedar prisioneros y sin horizontes que ayuden a encontrar caminos de unidad y de vida”.
Tras esto, pidió a los obispos reunidos que “trabajen para la unidad, no se queden presos de las divisiones que parcializan y reducen la vocación a la que hemos sido llamado: ser sacramento de comunión. No se olviden que lo que atraía de la Iglesia primitiva era cómo se amaban. Esa era, es y será la mejor evangelización”.
El Papa cerró su discurso señalando que cuando a Santo Toribio le llegó el momento de “cruzar hacia la orilla definitiva”, no lo hizo solo, sino que fue “al encuentro de los santos seguido de una gran muchedumbre a sus espaldas”. Según dijo, supo cargar su valija “con rostros y nombres” que fueron “su pasaporte al cielo”. “Ojala, hermanos, que cuando tengamos que emprender el último viaje podamos vivir estas cosas. Pidamos al señor que nos lo conceda”, finalizó.
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