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El peso del estigma entre los marroquíes con síndrome de Down

Foto: RPP
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En Marruecos hay concepciones muy negativas y mucha confusión respecto a la responsabilidad de los padres, que a menudo se le recrimina a la mujer.

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Nacidos en una sociedad en la que algunas familias los consideran "un castigo", los marroquíes con síndrome de Down luchan por desarrollarse ante la protección ambivalente de quienes los ven también como una "voluntad del cielo".

"La percepción del discapacitado en Marruecos ha evolucionado mucho, pero todavía se tienen dificultades para aceptarlo. Hay concepciones muy negativas y mucha confusión respecto a la responsabilidad de los padres, que a menudo se le recrimina a la mujer", afirma el psicólogo Buchaib Buzekrawi.

Durante la jornada de solidaridad con ese colectivo celebrada este fin de semana en Rabat por de la Asociación Marroquí de Apoyo y Ayuda a los Discapacitados Mentales (AMSAHM) se ha perseguido precisamente borrar prejuicios como que su nacimiento "es fruto de un pecado de los padres".

"La discapacidad es un poco ambivalente, porque puede verse como un regalo del cielo o como un castigo. (...) La llegada de una persona así es problemática porque fragiliza la estructura familiar y puede derivar en un rechazo físico o psicológico, al sobreprotegerla y no respetar su desarrollo", prosigue el psicólogo.

No está implantada en el país de manera generalizada la realización de diagnósticos prenatales para detectar ese trastorno genético, ni existen tampoco estadísticas oficiales sobre el índice de abandono de niños afectados.

Pero paradójicamente, según Buzekrawi, es en zonas rurales sin escuela donde su integración social es mayor, dado que en las ciudades "se espera que el niño dé lo mejor de sí mismo en el plano intelectual, se tienen más exigencias y la discapacidad se vive de manera más negativa".

Mohamed Teba, conductor de autobuses jubilado y padre de un chico con síndrome de Down de 21 años, no se dio cuenta de la deficiencia de su hijo hasta que éste tenía tres años y fueron más evidentes los rasgos físicos y ciertos retrasos de movilidad.

"Al principio se nos hizo difícil, lo vivimos como una maldición. Pero pasado un tiempo nos dimos cuenta de que las diferencias con el resto de niños no son tan grandes", afirma el que es ahora vicepresidente de la asociación de padres de la AMSAHM.

Su hijo Ismail, que aspira a trabajar como camarero, es una de las cerca de 250 personas con síndrome de Down a las que ayuda esa institución, que se creó en 1981 y fue la primera en dedicarse en Marruecos a ese colectivo.

Para su presidente, Najib Amor, "ocuparse de esas personas es importante porque no hace mucho tiempo eran niños a los que se les escondía. Su integración constituye un desafío para un país en desarrollo, que también tiene otras prioridades".

Amor calcula que una de cada 600 personas nacen en Marruecos con síndrome de Down y destaca que las autoridades no han dado la espalda a ese tipo de asociaciones, así como que desde hace una década los servicios puestos a su disposición son cada vez más numerosos.

Pero es consciente de que todavía queda mucho camino por recorrer.

"Cuanto más te alejas de las grandes ciudades menos estructuras de apoyo hay. Existen clases de integración, pero falta personal competente para gestionarlas, y el hecho de que acojan a todo tipo de discapacitados físicos y mentales dificulta su labor", precisa el psicólogo.

Y allá donde no llega el Estado, cobra importancia el trabajo de voluntarios como Kamal Jay, monitor en la AMSAHM que asegura estar viviendo una "experiencia magnífica que se paga con sus sonrisas", o como Mohamed Munir, para quien las personas con síndrome de Down "se andan con tan pocos rodeos, que eres tú quien acaba aprendiendo de ellas". EFE


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