"Yo dije: aquí me muero, solo traté de salvarme, de gritar que no me disparen", contó.
Miriam Obregón Huaranga es la enfermera que fue utilizada como escudo humano por el 'Loco Darwin', el ranqueado delincuente, minutos antes de ser asesinado por cuatro sicarios dentro del hospital Sergio Bernales de Collique. Ella contó la pesadilla que le tocó vivir mientras aún no se repone de las secuelas físicas y psicológicas que le dejó el hecho.
"Estaba haciendo mis notas de enfermería. Entonces escuché las balas. Una cantidad terrible, empujé mi silla y cuando iba a tirarme al suelo me cogieron de la cintura. Me tiré al suelo pero el paciente (Darwin) me seguía cogiendo. Me agarré debajo del mostrador y traté de pegarme a la pared para que no me cayeran las balas", contó al dominical Cuarto Poder.
La mujer, que recibió al menos dos impactos de bala esa madrugada, dijo que 'Darwin' estaba mirando la televisión detrás de ella cuando ingresaron los hampones y empezaron a disparar.
"Yo dije aquí ya muero, solo traté de salvarme, de gritar que no me disparen...No llegué a ver hasta que se fueron y me levanté a ver si se habían ido. Lo veo tirado (a Darwin) y veo mi brazo con sangre, me asusté porque todo me quemaba, y cuando me levanté corrí hacia la sala de operaciones a pedir ayuda, el pasadizo estaba en blanco, no había nadie", relató.
Inseguridad y desprotección. Tuvo a un hombre, al que dice no recordar, apuntándole con una pistola a menos de un metro de distancia. Para ese momento ya casi no había gente en el pasillo. Volteó la cara para evitar que le cayesen las balas, como una medida de protección casi intuitiva, todos apuntaban a Darwin, y este se defendía poniendo al medio a Obregón.
"Me volteé para que no me caigan (las balas). Sentí que estaba muerto (Darwin) cuando sentí que su mano se soltó de la mía. No recuerdo el rostro de los sicarios, estaba en shock, me tapé la cara, no podría describir a esas personas, fue tan rápido, yo estaba nerviosa. Temblaba. Lo único que pensaba es en mi vida", narró.
Miriam no recuerda el rostro de los sicarios. Su estado de alteración y nerviosismo no le permitió grabar en la memoria el rostro de los delincuentes. Solo quería salvarse. Las secuelas que quedan son incalculables, se siente desprotegida e insegura.
"Por momentos tengo temor, lo que me ha pasado no es un juego. Me tomo calmantes para estar tranquila, porque sino no duermo. Trato de cantar o pensar en otra cosa. Me viene a la mente el tiroteo y del joven que quedó muerto".
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