La puesta en escena plantea cuestiones cruciales como la discordia entre el deseo y el amor.
El escándalo sexual que acabó con la carrera y con las aspiraciones políticas del exdirector gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, salta ahora de los juzgados a las tablas de París con una obra que no le redime de sus faltas pero busca ayudar a comprenderle mejor.
Sobre el escenario de "L"Affaire" circulan con el nombre de pila Dominique, su mujer, Anne (Sinclair) o Nafisatu (Diallo), la empleada que le demandó por intento de violación, en una sucesión de escenas inconexas pero que trazan la caída de hasta entonces uno de los franceses más reputados de la escena internacional.
Su director, Philippe Adrien, comenzó a escribirla poco después de que Strauss-Kahn fuera arrestado en mayo del año pasado por esa presunta agresión en el hotel Sofitel de Nueva York, inicio de una historia que según contó en entrevista con Efe, es "digna de una tragedia griega".
"Las cuestiones que plantea son cruciales, y algunas no son solo propias de esta época, como la discordia entre el deseo y el amor, aunque en este caso la constancia del amor entre esas dos personas es incontestable porque no se han separado pese a su conducta errática", dijo a un día de terminar las cinco funciones programadas.
Para Adrien, privar de los apellidos a sus protagonistas ha sido una cuestión más de "pudor" que de precaución ante eventuales demandas judiciales, pero su vinculación con la realidad es evidente y hace entrar en escena también al exprimer ministro griego, Yorgos (Papandreu), o a la canciller alemana, Angela (Merkel).
El director ofrece a los espectadores las "premisas del drama", con un Strauss-Kahn que compagina reuniones y decisiones de alto nivel con mensajes telefónicos con alguna de sus diversas amantes, y refleja igualmente las consecuencias de un comportamiento que, según él, estaba en boca de todos.
"Tenía esa debilidad (por las mujeres), todo el mundo lo sabía, él también, y creo que cayó en su propia trampa", dice sobre un hombre que a su juicio es "una suerte de Marqués de Sade moderno, un aristócrata que pensaba que todavía podía aprovecharse de los privilegios de la nobleza".
La organización de las "veladas libertinas" con prostitutas en hoteles de Francia, Bélgica y Estados Unidos queda también reflejada, al igual que las tensiones en el seno del Partido Socialista a la hora de decidir quién iba a presentarse candidato para las primarias de esa agrupación.
"No es una historia con unidad de tiempo o de acción, ni cómoda de contar. No tenemos nada que añadir al caso, salvo el ver a esos seres en vivo, algo que el teatro sí puede aportar a un tema de este tipo", asegura Adrien, que deja en manos del público el considerar si Strauss-Kahn fue objeto de una "patología sexual".
Lo que está claro para el director es que una de las víctimas de este caso fue la tolerancia con la que en Francia se ha observado habitualmente la vida privada de sus políticos, y que en esta ocasión se rompió en su opinión por influencia estadounidense.
"Creo que son ellos los que decidieron que lo que él representaba en término de valores y de política debía acabar, y los franceses, que están sometidos pese a lo que digan a esa nueva organización del mundo, lo aceptaron".
Por eso de esta historia le sorprendió sobre todo la "ferocidad" con la que fue juzgado por la sociedad el exrepresentante del FMI, que todavía tiene pendiente el cierre del proceso civil en Nueva York y el de la investigación preliminar abierta en la ciudad francesa de Lille por esas fiestas con acompañantes femeninas.
Y, también, la manera en la que el conocido por la prensa como DSK asumió cómo se truncaba un destino hasta entonces prometedor: "Nada me demuestra que sea un criminal. No entiendo bien lo que ha pasado, como tampoco creo -añade- que lo entienda él".
EFE
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