Director austríaco ha vuelto a su territorio con la película europea más premiada del año, ´La cinta blanca´, una aproximación al periodo del nazismo en Alemania.
El director austríaco Michael Haneke ha vuelto a su territorio con la película europea más premiada del año, "La cinta blanca" ("Das weisse Band"), en la que por primera vez mira hacia atrás en la Historia para reincidir en el eje de su carrera: la violencia.
"Me interesa lo que sucede antes y después del acto violento, cómo las relaciones entre personas están cargadas de agresividad", explicaba a Efe en una entrevista en el Festival de Cannes.
Meses después, la película ha tenido un amplio recorrido con picos como el triunfo absoluto -película, director y guión- en los Premios del Cine Europeo, la preselección para el Óscar por su país, Alemania, y la posibilidad esta misma noche de hacerse con el Globo de Oro a la mejor película extranjera.
"En la cinta blanca" ("Das weisse Band"), Haneke lleva al extremo ese concepto de "antes". Con él no sólo se refiere a que evitará al espectador el mal trago de la sangre, sino que viaja hasta 1914 para buscar el germen de una sociedad que sigue cuestionando. Además, se centra en cuando el hombre es, en principio, todavía inofensivo: la infancia.
"Desde que Freud entró en escena, no creo que quede alguien que piense que infancia es sinónimo de inocencia. Y dado que todos fuimos niños alguna vez, tenemos una gran responsabilidad hacia ellos", aseguraba.
Así, contextualizar le ayuda a Haneke a entender y a explicar las acciones más bárbaras del hombre no como una excepción, sino como una consecuencia relativamente lógica. Y en "La cinta blanca" aplica esa misma máxima a una ideología tan extrema como la del nazismo.
"Quería una historia situada en Alemania sobre el fascismo. Y me interesó mucho esta generación de niños que luego se hizo adulta en el periodo del ascenso de los nazis al poder", explicaba.
Esos niños son entonces el espejo de un rictus moral aplicado con devoción, sin capacidad crítica para poner en tela de juicio. En definitiva, representantes de un inmaculado fanatismo.
"La cinta blanca" ("Das weisse Band") es fruto de esa preocupación y de un minucioso ejercicio de documentación que le ha acercado al teatro de Bertolt Brecht o a la inquietud religiosa de Kierkegaard. Además, supone la vuelta de Haneke al cine en alemán después de su adopción francesa y sus coqueteos con el cine estadounidense.
Pero había tanta materia prima en el guión, que tuvo que contar con Jean-Claude Carrière, colaborador habitual de Luis Buñuel o Milos Forman, para ajustar la película hasta las dos horas y media que, proyectadas y ovacionadas en Cannes, le dieron la ansiada Palma de Oro que había rozado con "Escondido" ("Caché") y "La pianista" ("La pianiste").
"La cinta blanca" ("Das weisse Band") se sitúa en un pueblo del norte de Alemania justo antes del estallido de la Gran Guerra, donde empiezan a suceder violentos incidentes que hacen chirrían varios pilares sociológicos del hombre. La sensación de comunidad y la profecía religiosa.
"La religión es una expresión de nuestros deseos más profundos y nuestro esfuerzo por satisfacerlos. La sangre vertida en el nombre de la religión ha empañado esta idea que considero preciosa",
En este sentido, como en tantos otros, "la película puede ser vista como un aviso, pero no sé cuán efectivo puede ser", advertía, pero también asegura que considerar su filme como histórico es un error.
De hecho, considera que, desde la aparición de los medios de comunicación -otro de los factores comunes de su filmografía-, el mundo ha ido enfatizando las tensiones que muestra en su película. Y no hay que olvidar que los totalitarismos descubrieron el poder de la propaganda.
"Antes de la televisión sabíamos muy poco del mundo, pero éramos conscientes de nuestro desconocimiento. Ahora, nuestra conciencia del mundo ha sido creada por los medios y eso es muy peligroso, pues las imágenes manipulan y pervierten, consciente o inconscientemente, la visión de la realidad", aseguraba.
"Yo, en televisión, ya sólo veo el parte (de la previsión) del tiempo", concluía.
-EFE
"Me interesa lo que sucede antes y después del acto violento, cómo las relaciones entre personas están cargadas de agresividad", explicaba a Efe en una entrevista en el Festival de Cannes.
Meses después, la película ha tenido un amplio recorrido con picos como el triunfo absoluto -película, director y guión- en los Premios del Cine Europeo, la preselección para el Óscar por su país, Alemania, y la posibilidad esta misma noche de hacerse con el Globo de Oro a la mejor película extranjera.
"En la cinta blanca" ("Das weisse Band"), Haneke lleva al extremo ese concepto de "antes". Con él no sólo se refiere a que evitará al espectador el mal trago de la sangre, sino que viaja hasta 1914 para buscar el germen de una sociedad que sigue cuestionando. Además, se centra en cuando el hombre es, en principio, todavía inofensivo: la infancia.
"Desde que Freud entró en escena, no creo que quede alguien que piense que infancia es sinónimo de inocencia. Y dado que todos fuimos niños alguna vez, tenemos una gran responsabilidad hacia ellos", aseguraba.
Así, contextualizar le ayuda a Haneke a entender y a explicar las acciones más bárbaras del hombre no como una excepción, sino como una consecuencia relativamente lógica. Y en "La cinta blanca" aplica esa misma máxima a una ideología tan extrema como la del nazismo.
"Quería una historia situada en Alemania sobre el fascismo. Y me interesó mucho esta generación de niños que luego se hizo adulta en el periodo del ascenso de los nazis al poder", explicaba.
Esos niños son entonces el espejo de un rictus moral aplicado con devoción, sin capacidad crítica para poner en tela de juicio. En definitiva, representantes de un inmaculado fanatismo.
"La cinta blanca" ("Das weisse Band") es fruto de esa preocupación y de un minucioso ejercicio de documentación que le ha acercado al teatro de Bertolt Brecht o a la inquietud religiosa de Kierkegaard. Además, supone la vuelta de Haneke al cine en alemán después de su adopción francesa y sus coqueteos con el cine estadounidense.
Pero había tanta materia prima en el guión, que tuvo que contar con Jean-Claude Carrière, colaborador habitual de Luis Buñuel o Milos Forman, para ajustar la película hasta las dos horas y media que, proyectadas y ovacionadas en Cannes, le dieron la ansiada Palma de Oro que había rozado con "Escondido" ("Caché") y "La pianista" ("La pianiste").
"La cinta blanca" ("Das weisse Band") se sitúa en un pueblo del norte de Alemania justo antes del estallido de la Gran Guerra, donde empiezan a suceder violentos incidentes que hacen chirrían varios pilares sociológicos del hombre. La sensación de comunidad y la profecía religiosa.
"La religión es una expresión de nuestros deseos más profundos y nuestro esfuerzo por satisfacerlos. La sangre vertida en el nombre de la religión ha empañado esta idea que considero preciosa",
En este sentido, como en tantos otros, "la película puede ser vista como un aviso, pero no sé cuán efectivo puede ser", advertía, pero también asegura que considerar su filme como histórico es un error.
De hecho, considera que, desde la aparición de los medios de comunicación -otro de los factores comunes de su filmografía-, el mundo ha ido enfatizando las tensiones que muestra en su película. Y no hay que olvidar que los totalitarismos descubrieron el poder de la propaganda.
"Antes de la televisión sabíamos muy poco del mundo, pero éramos conscientes de nuestro desconocimiento. Ahora, nuestra conciencia del mundo ha sido creada por los medios y eso es muy peligroso, pues las imágenes manipulan y pervierten, consciente o inconscientemente, la visión de la realidad", aseguraba.
"Yo, en televisión, ya sólo veo el parte (de la previsión) del tiempo", concluía.
-EFE
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