Juliane Koepcke fue la única sobreviviente de un accidente aéreo en el Amazonas. Después de 41 años, narra la historia que le puso sello a su existencia.
No sentía temor, sino un sentimiento de abandono infinito. Estaba sola, pero viviendo, como si un misterioso poder hubiera evitado su partida del mundo. Esta historia poco afortunada la vivió una alemana identificada como Juliane Koepcke, de 58 años, el 24 de diciembre de 1971.
En ese momento tenía solo 17 años. Ella y su madre Anna María Emilia Koepcke se dirigieron al aeropuerto Jorge Chávez para abordar el avión Lockheed Electra L-188 rumbo a Pucallpa para celebrar la Navidad en casa junto a su padre, el biólogo Hans-Wilhelm Köpcke. Hasta ahí, todo bien.
Pasaron veinte minutos abordo e ingirieron un pequeño desayuno y una bebida. Y cerca de 20 minutos después repentinamente el avión estaba al frente de una gran tormenta. “Señores pasajeros les informamos que la zona de turbulencias que estamos atravesando se debe a una importante tormenta sobre la selva amazónica. Abróchense los cinturones”, dijo la azafata según cuenta Juliane.
De repente comenzó a caer y caer, mientras que el cinturón de seguridad le apretaba el estómago tan fuerte que le dolía y le impedía respirar.
Mientras la unidad se precipitaba sobre la selva, oyó a su mamá decir: "Se acabó todo". Luego perdió la conciencia.
Cuando despertó estaba en el piso atada a la silla, heridas en brazos y piernas y una contusión cerebral. Cuando recuperó fuerzas, se levantó y llamó a su mamá, pero solo escuchó el croar de las ranas.
Entonces decidió buscar ayuda y llegó hasta un río. Esa noche, por causas del destino, tres leñadores la encontraron. Tras darle de comer, al día siguiente la llevaron al pueblo más cercano.
Gracias a su ayuda, las autoridades locales ubicaron los restos del avión.
Hasta ahora Juliane Koepcke aún no sabe cómo sobrevivió. ¿Suerte? Tal vez, pero resulta claro que esa día no fue su momento. Por lo menos, no para partir.
Hoy vive en Alemania, pero dos veces al año visita nuestro país, Perú, donde invierte tiempo y dinero en la estación científica de Panguana, fundada por sus padres. Ya ha extendido el lote y ahora es un parque natural. "La selva me salvó, ahora quiero salvarla yo", afirma.
Hace poco en tierras germanas acaba de publicar un libro titulado “Ais ich vom himmel fiel”, donde narra cómo ocurrieron los hechos en esa trágica fecha.
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