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La magia del cine llega a los pueblos más remotos del Perú

Toda una sala de cine cabe en un todoterreno: el vehículo que utiliza las cinco personas del equipo Nómadas en ésta quinta gira

Llevar el cine hasta los apartados pueblos de la sierra y la selva, que muchas veces carecen de luz o teléfono, es la labor de Nómadas, un grupo peruano que estos días reúne en iglesias y plazas a aldeas enteras para que disfruten de unas horas de magia.

Aunque parezca imposible, toda una sala de cine cabe en un todoterreno: el vehículo que utiliza las cinco personas del equipo Nómadas en ésta quinta gira, en la recorrerán hasta final de marzo varios miles de kilómetros y casi 30 pueblos situados a ambos lados de la frontera entre Perú y Ecuador.

Son muchas las ONGs que han visitado esta zona con tal o cual iniciativa, pero "uno de los jefes de la comunidad dijo que nunca nadie les había llevado algo tan lindo", explicó Teresa Castillo, una española creadora del proyecto junto al peruano Aldo Callegari.

Desde 2007, cuando realizaron la primera gira, Callegari y Castillo han vivido desde robos de equipos a lluvias torrenciales, pasando por continuos pinchazos propios de un trabajo que tiene mucho de viaje de aventura.

Y es que las proyecciones en poblados como el de Siches, en la norteña región de Piura, donde se mezclan la sierra y la selva peruanas, tienen mucho de aquellos primeros espectáculos de cine, más cercanos al circo que a las salas comerciales de hoy en día.

En ese poblado, donde en esta época del año hay una perenne neblina y carece de teléfono o luz eléctrica durante gran parte del día, fue la pequeña iglesia la que se tornó cine.

El respeto propio del lugar de culto se transformó en un silencio reverencial ante la pantalla cinematográfica: después de cuatro horas de imágenes, cerca de cien niños y adultos aplaudían y agradecían un espectáculo que nunca antes habían visto.

La idea de la proyección comunitaria surge de la experiencia de Castillo durante su trabajo con una ONG en la selva de la región de Junín, centro del país, a donde se llevó consigo un ordenador portátil para ver alguna película en sus horas libres.

"Por la tarde montábamos talleres y no venía nadie, pero por la noche, en la habitación de una compañera, que era la única que tenía luz que venía de un hotel, la gente la abarrotaba para ver las películas", recordó Castillo.

El peruano y la española comenzaron entonces a recorrer con un pequeño proyector las poblaciones cercanas, en los que cada vez recibían una mejor acogida.

Además, Callegari grababa con su cámara los poblados que visitaban para, en la noche, proyectar lo grabado como previo a la sesión de cine: un ejercicio que encantaba a la gente y que, según Castillo, "les permitía a ellos mismos dignificar la percepción que tienen de su cultura".

A diferencia de aquellos comienzos, las giras han ganado con el tiempo en complejidad, y ahora se planifican con una preproducción de varias semanas, que permite conversar con las autoridades de las localidades y definir el lugar más idóneo para la proyección.

Sin embargo, muchas veces se llega a la localidad y es necesario improvisar, el alcalde no aparece o la cancha de fútbol donde se iba a realizar la función está siendo pintada, lo que obliga a buscar una nueva ubicación.

El programa de proyecciones tampoco es fijo. Nómadas lleva consigo un fondo de más de 300 obras entre documentales, largometrajes y cortometrajes, y durante la propia sesión se van seleccionando según la composición del público, así como el modo en como reaccionan a las películas.

Para Mercedes Álvarez, que vive en el pequeño pueblo de Suyo, a pocos kilómetros de la frontera con Ecuador, y donde Nómadas reunió en su proyección a los 400 habitantes del poblado, "los que más lo disfrutan son los niños".

El mayor sueño de Castillo y Callegari es dar continuidad a su trabajo, crear varios equipos que recorran la geografía de Perú, para que así la magia del cine no sea cosa de un día.

Por el momento, no es raro que algún vecino de los pueblos que visitan se les acerque para preguntarles cómo puede él hacer lo mismo.

"En Chilata, en la sierra alta, un chico de la comunidad decía que quería comprarse un proyector, para que así la gente no chupara", recordó Castillo.

 

EFE



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