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Muros separan pandillas en cárcel de Ciudad Juárez para evitar matanzas

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"Antes sólo los dividían mallas metálicas que los reos saltaban muy fácilmente y había constantes choques", que a menudo dejaban decenas de muertos, comenta Héctor Conde, vocero de la prisión.

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Muros de seis metros de alto dividen a las pandillas de Los Aztecas y Mexicles en la cárcel de Ciudad Juárez, en un intento para evitar las confrontaciones que en el exterior mantienen ensangrentadas las calles de esa urbe, la más violenta de México.

"Los muros se levantaron a finales de 2009. Antes sólo los dividían mallas metálicas que los reos saltaban muy fácilmente y había constantes choques", que a menudo dejaban decenas de muertos y requerían la intervención de las fuerzas de seguridad apoyadas por helicópteros, comenta a la AFP Héctor Conde, vocero de la prisión.

Durante un recorrido por la cárcel, Conde evita visitar el pabellón de Los Aztecas, al servicio del cártel de Juárez.

"Hace poco se trasladaron a varios (de Los Aztecas) a otra cárcel y eso los tiene molestos. Podrían tomar cualquier tipo de represalia si ustedes entran", insiste Conde.

De otro lado están los Mexicles, una banda que responde a los intereses del cartel de Sinaloa, del capo Joaquín "El Chapo" Guzmán.

Los cárteles de Juárez y Sinaloa mantienen en esta zona de México, fronteriza con Texas, una lucha por el control de las rutas que permiten pasar droga a Estados Unidos y por el mercado interno, a la que se atribuyeron más de 3.100 muertos el año pasado. La cifra aumenta a un ritmo de 50 semanales.

La separación física no ha disminuido la peligrosidad de los pandilleros formados en cárceles de Estados Unidos. El FBI considera que entre ellos se están incubando los posibles sucesores de los actuales cárteles, a los que sirven por el momento como pistoleros.

Operan con estructuras militares y tienen el control de cárceles y "picaderos" (lugares de consumo de droga), explica a la AFP Gustavo de la Rosa, de la Comisión Estatal de Derechos Humanos.

Un custodio dice en susurros, y verificando que nadie escucha alrededor, que en el pabellón de Los Aztecas hay unos 700 reos, sobre un total de 2.400 internos.

De la Rosa considera que "es un error agruparlos por pandillas porque eso les da poder territorial en la cárcel, convirtiéndola en una extensión de lo que sucede en las calles de Ciudad Juárez", de 1,2 millones de habitantes y vecina de la estadounidense El Paso.

El ambiente se transforma radicalmente en un pabellón dedicado a los presos de la iglesia evangélica "Amigos de Cristo". Un cachorro callejero corre y juguetea libremente. Sólo es reprendido cuando intenta entrar en el salón momentos antes de que comience un culto.

"Yo aquí me siento más seguro que en las calles y en el resto de los patios", comenta a la AFP Otoniel Lucero Peña (46), un reo detenido por traficar 3,5 kilos de marihuana en 2007, justo antes de que se disparara la violencia. Asegura que nunca formó parte de ninguna pandilla y muestra de ello es que no está tatuado.

Al llegar a la prisión, los reos son agrupados "de acuerdo a su lenguaje y a sus tatuajes. Los Aztecas tienen imágenes de pirámides y calendarios aztecas, Los Mexicles calaveras y el nombre de su pandilla", comenta durante el recorrido Víctor Martínez, el pastor protestante que atiende a los presos en las dos cárceles de Ciudad Juárez.

Para Martínez, los más beneficiados por los muros son sus feligreses. Recuerda que hace unos cinco años Los Aztecas querían que los protestantes se
unieran a sus filas y ante la negativa perpetraron el peor ataque que hayan sufrido.

"Comenzaron a escucharse los tambores -que se tocan para anunciar motines o choques- y Los Aztecas se saltaron la malla del patio de los cristianos que tenía en ese momento 140 reos, masacraron a tres, y el resto, logró saltarse al área femenina", recuerda.

"Son terriblemente crueles. Una de sus tácticas es golpear con toallas mojadas hasta moler la sangre y órganos internos", describe.

Desde 2009, en la prisión no se han registrado confrontaciones grandes, pero sí periódicos suicidios.

El comisionado de derechos humanos De la Rosa, dice que hay sospechas de que muchos de estos suicidios podrían tratarse en en realidad de homicidios "producto de las confrontaciones que tienen dentro y fuera de la cárcel".

-AFP

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