En el segundo domingo de Adviento, el padre Clemente Sobrado señala que hay que preparar los caminos incluso terraplenar montañas enteras de dificultades. Se trata de la aventura del Espíritu.
Evangelio según San Marcos en el capítulo 1, 1 al 8:
Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Conforme está escrito en Isaías el profeta: Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino.
Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Apareció Juan bautizando en el
desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de
Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Juan llevaba un
vestido de pie de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y proclamaba: “Detrás de mí viene el que es
más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua,
pero él os bautizará con Espíritu Santo.”
Padre Clemente: Queridos amigos en este segundo del Adviento Dios nos hace una invitación a la esperanza. A vivir de la esperanza. A ser profesionales de la esperanza. A anunciar la esperanza.
Ya en la primera lectura Isaías hablando en nombre de Dios grita: “Consolad, consolad a mi pueblo”. Un pueblo que vive en el destierro, pero al que Dios le promete el consuelo del retorno.
Pedro en la segunda lectura nos anuncia que “el Señor no tarda en cumplir su promesa. Lo que sucede es que Dios tiene mucha paciencia con nosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan”.
Y Marcos comienza diciéndonos que “comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”. Que comienza la buena noticia de algo nuevo que está para suceder y que ya está sucediendo. Que lo único que falta es “preparar los caminos” de la esperanza.
Y por otra parte, Juan se sale de los esquemas de las instituciones de Israel, y comienza su anuncio lejos de Jerusalén, en el desierto. Porque para Dios todo lo nuevo comienza donde no hay nada. Para Dios el desierto es el símbolo de la salida de tantas esclavitudes camino esperanzado hacia una tierra nueva.
Yo diría que hoy comienza la gran aventura de Dios y la gran aventura de los hombres. La aventura de que las cosas pueden cambiar. La aventura de que el hombre puede cambiar. Porque hoy comienza la lógica de Dios y no la lógica de los hombres. La lógica de quien es capaz de creer en lo nuevo y tiene el riesgo y el coraje de salirse de la viejo y gastado.
Pero también el gran compromiso: lo nuevo no viene gratis. Hay que prepararle los caminos, incluso si para ello tenemos que terraplenar montañas enteras de dificultades. Es la aventura del Espíritu.
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