Creo que depende de nosotros sacarle la mayor utilidad a la derrota santiaguina. Y me da tranquilidad que Pizarro haya señalado, que nuestro equipo tiene un gran corazón pero hay que saber utilizarlo.
Aun no se apagan los ecos del épico Chile-Perú de Santiago y el dolor de una derrota no debe alejarnos de las conclusiones adecuadas. Primera conclusión: la ruta clasificatoria será estrecha y apiñada como lo muestra la tabla. Normalmente con 27 puntos estás en el Mundial. Para ello es preciso ganar todos tus partidos en casa. Ausente Brasil y ya tumbado Paraguay, no es insensato ponerse ese primer objetivo. Ocho por tres son 24, de manera que hay que arañar tres puntitos más fuera de casa. Anoche se nos escapó una de ocho ocasiones. Quedan siete visitas, la próxima será en Quito y habrá que hacer lo posible por sumar. Esto no es para cobardes.
Pero volvamos al encuentro ante la roja. Con cariño y aprecio advierto que resulta insensato echarle la culpa al árbitro o seguir arañándose por los palos. Cuatro remates al madero hablan de ineficacia y si bien generan emoción y nervio, al no subir al marcador se esfuman, no cuentan ni son consuelo.
Los que sí cuentan son los dos goles en Santiago, algo que ningún otro equipo peruano había logrado antes. Por eso resulta insensato no haber sabido defender bien. Esa es, amigos, la conclusión mayor que espero no la olvidemos más: no puedes decir que jugaste bien cuando te hicieron cuatro goles.
Y sin embargo el corazón caliente del aficionado sigue albergando cariño por esta bicolor. Pues bien, ese cariño debería llevarnos a apuntar en la dirección correcta. Acá no hay árbitro ni palos. Chile ganó porque jugó mejor.
Lo verdaderamente inaceptable es que nos hagan un gol al minuto y medio de juego. Algún corto circuito hubo entre el camarín y el campo de juego. La oncena peruana no parecía metida en el mismo libreto. Desenchufados, diríamos, pero hay que ser más precisó. Todos advertimos que Chile era un animal herido y por ello peligroso. Por eso era vital concentrarse al comienzo solamente en aguantarlos y, la verdad, ese primer córner del encuentro era como para lucharlo poblando nuestra propia área para empezar.
Ojo que puede haber cortocircuito en el camarín de los mejores equipos. Ilustro. En el primer minuto del primer clásico por Champions, en el Bernabéu, Marcelo fuerza un tiro de esquina. Va hacia el banderín, se acerca Cristiano Ronaldo y con visibles señales corporales llama de urgencia a Di María, Khedira, Xavi Alonso y el resto de la pandilla que se resiste a subir. Un grupo de jugadores seguía las indicaciones del técnico, otro grupo de jugadores estaba en la suya.
Creo que depende de nosotros sacarle el máximo kilometraje, la mayor utilidad a la derrota santiaguina. Y me da tranquilidad que el capitán Claudio Pizarro, en muestra de madurez, haya sintetizado mejor que nadie la situación al señalar, sudoroso todavía el cuerpo, que nuestro equipo tiene un gran corazón pero hay que saber utilizarlo.
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