La colombiana Caterine Ibargüen fue considera la mejor atleta del mundo en 2018. Esta es su historia.
Urabá, es una región costera de Antioquia sobre el mar Caribe colombiano. Una región de paisajes exóticos, con gran diversidad cultural, azotada por la violencia que desataron guerrilleros y para militares. Un paraíso en la tierra, y una salida para el narcotráfico al mundo.
A pesar de todo esto, Urabá es la mayor reserva natural del deporte colombiano.
Es una zona rica pero de gente pobre en su gran mayoría, famosa por su producción bananera, frutas tropicales y las masacres de los 90. Los habitantes de esta zona nacen con condiciones singulares para el deporte: figuras atléticas, piernas largas y una fortaleza física que se explica por la ascendencia afro. Todo eso sumado a una sincronizada mecánica de movimientos, gracias a su afición por el baile, donde el vallenato mueve sus vidas.
Caterine Ibargüen Mena, multicampeona panamericana, mundial y olímpica de salto triple, nació el 12 de febrero de 1984 en Apartadó, una comuna de esta región cuna de pesistas, boxeadores, futbolistas, voleibolistas y atletas. Ella solo soñaba con jugar al voley, porque gracias al deporte los niños evitaban ser reclutados para la guerra, la delincuencia o las drogas. Con 10 años, los balazos de una guerra que había separado a sus padres, la hicieron saltar de la cama de su abuela. La cruda realidad no la dejaba soñar tranquila.
A los doce años dejó el voley y se dedicó al atletismo. Su primer entrenador fue Wilder Zapata, quien al ver su potencial le propuso viajar a Medellín. Allí inició su preparación con el técnico cubano Jorge Luis Alfaro en la especialidad del salto en alto. Con quince años ganó su primera medalla a nivel internacional, al ubicarse en el tercer puesto del Campeonato Sudamericano de Atletismo de 1999, con una marca de 1,76 m.
El 2001, la entrenadora Regla Sandrino fortaleció su desempeño en esa misma prueba, con quien logra su primera medalla dorada en los Juegos Bolivarianos de Ambato. Sin embargo, a partir de entonces comenzaría a competir en las especialidades del triple salto, donde logró el récord nacional en esta categoría en el 2002 con registro de 13,28 m.
A partir de ese momento, Caterine Ibargüen no paró de de colgarse medallas en el pecho. Con su metro ochenta de estatura y una sonrisa que enamoraba al mundo, llevó a Colombia a lo más alto del atletismo mundial. Ganó la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011 y Toronto 2015, en la modalidad de salto triple. Y en el 2018, la saltadora colombiana fue elegida por la IAAF como la mejor atleta del mundo.
La Ibargüen, siempre fue más allá de la pista de atletismo, la saltadora colombiana también alcanzó el éxito académico al graduarse de enfermera (para obetener una beca deportiva) en la Universidad Ana G. Méndez de Puerto Rico, donde también cursó una maestría en educación. Esta mujer de gran estatura y amplia sonrisa ha sido un ejemplo de perseverancia, pasión y trabajo duro.
Antes de cada salto, Caterine Ibargüen escucha un vallenato de Silvestre Dangond que le recuerda a su madre y le alegra el alma. La letra dice: “Cada quien tiene en la vida su cuarto de hora, que lo motiva y lo entusiasma a ser triunfante…”
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