Efraín Sotacuro, para atleta peruano, nos representará en los Parapanamericanos en una categoría que no es su especialidad, pero igual apunta a una medalla.
Quería ser futbolista. Soñaba con estar en un equipo profesional, hacer goles y que su familia lo viera en las noticias. Lo último lo consiguió, pero no rompiendo redes, sino llegando a las metas. Efraín Sotacuro, tercer puesto en los Juegos Paralímpicos Río 2016 y cuarto en la Maratón Paralímpica 2019, será uno de nuestros principales representantes en Lima 2019.
Lo suyo son las resistencias. Sin embargo, por necesidad, competirá en la prueba de 1,500 metros. No es su fuerte, pero no tiene otra opción: su categoría no existirá en los próximos Juegos Parapanamericanos. Las estretegias son distintas, pero él igual tiene como objetivo pelear por una medalla.
Efraín llegó al atletismo de casualidad, como consecuencia de un accidente que le cambió la vida. A los 17, en una visita a la mina en la que trabajaba su papá, el huancavelicano vivió una descarga eléctrica que lo llevó a perder los dos brazos, pero le permitió aprender nuevas cosas y descubrir talentos que no sabía que tenía.
"Son cosas de la vida", dice ahora. Hablar de lo que le pasó hace 11 años ya no le afecta, asegura. Aunque en un inicio se desconocía a sí mismo, ahora se ve reflejado en el atleta que antes no era y ahora, luego de casi volver a nacer, sí.
El día del cambio
Era mitad de año y, aprovechando las vacaciones, viajó a Casapalca para visitar su padre y sus tías. Con ellas y su primo salió el día siguiente al campo. En el paseo, encontraron distintas minas abandonadas. En la puerta de una de ellas había una torre de alta tensión con cables tirados y enredado en el piso. "Lo tocamos con un palo. Tratamos con piedras. Tocamos y nada", recuerda. Su primo lo hizo primero. Luego él.
Nada, no pasa nada. Con la confianza de que no hay peligro, y aún con el palo de por medio, intenta agarrar más arriba. Y ahí la cosa cambia. Su brazo se pega a la torre, como si se tratara de un imán. No hay dolor, solo ganas de salir de ahí. Intenta jalarlo con su otra mano, pero no puede. La torre suena. Todo se pone en negro. No recuerda más.
Cuando despertó, casi 40 minutos después -aunque no tenía noción del tiempo, estaba ensangrentado. La misma torre lo había botado, obligándolo a caer de cabeza. En su intento por caminar hacia la carretera, se desmayó. De inmediato, fue trasladado al centro médico de la zona y luego al Hospital del Niño, en Lima. A los 15 días se lo dijeron: tenían que amputarle tres dedos. No había otra alternativa.
La situación no mejoró y, al mes, le amputaron el otro brazo. "¿Cómo voy a estar? Me van a fastidiar. ¿Cómo voy a hacer mis cosas", es lo que pensaba. Pero, una vez más, era la única opción. Dos meses después le amputaron el brazo al que, inicialmente, ya le habían quitado tres dedos.
"Venían malos pensamientos, como que mi familia me iba a abandonar o se iba a alejar de mí, pero no. Todo fue práctica y práctica. Mi familia era mi motor para seguir adelante. Sé que no tengo brazos, pero tengo el corazón de un campeón,el coraje de seguir adelante.
Ponerse de pie
Lo hizo. Salió adelante. Primero, gracias a su familia. Luego, gracias al Instituto Nacional de Rehabilitación de Huancayo, donde le enseñaron a hacer cosas que antes no hacía: pintar con la boca, manejar la computadora con los dedos del pie, cepillarse los dientes, cambiarse, ponerse medias y zapatillas, entre muchas otras.
"Todo lo puedo hacer yo solo. Cuando tenía mis brazos, los dedos de los pies nunca los usaba. Cuando no tienes, tratas de usar los dedos de los pies para hacer tus cosas. Levantar, recoger algo... Ahora soy feliz. La vida me ha quitado mis brazos, pero tengo mis piernas para poder correr".
Corre. Corre tanto, que la primera vez que lo hizo, con 22 años, sin experiencia y con solo una semana de entrenamiento, quedó en el puesto 12 de más de ocho mil participantes. La oportunidad en las oficinas de CONADIS, mientras hacía el trámite para obtener el carné que le permita trabajar.
"Ahí conocí a la señora Gaida López. Teníamos confianza. Un día fui a su oficina. '¿Te gusta correr?', me dijo. En ese momento no dije sí o no, porque nunca había corrido. Luego dije sí".
Una nueva vida
La invitación la recibió un lunes y la carrera era el domingo. No sabía ni siquira dónde entrenar, así que eligió un parque. Para los 10 kilómetros de la carrera, vistió un short de fútbol y unas zapatillas gastadas. Aunque era su primera vez, no le costó. ¿El secreto? Su infancia.
"Iba al colegio caminando durante más de una hora. Regresaba también caminando. Allá en el campo vivimos con la siembra y la cosecha. Tienes que ir a la chacra a ayudar. Ese era mi entrenamiento. Yo sentía resistencia porque tenía preparación".
Desde ese momento, el atletismo se volvió su pasión. Y su hermano menor, quien vive con él en el centro de alto rendimiento de atlestismo, en Huancayo, ya le sigue los pasos. Este deporte le cambió la vida, dice. Pero aún no se conforma. Su sueño es llegar a los Juegos Paralímpicos y alcanzar el podio en maratón.
Como en Lima 2019 no podrá, porque no existe la categoría, en diciembre viajará a la Maratón de Valencia, a luchar por un cupo a Tokio 2020. Pero eso será luego. Ahora, el siguiente reto del también estudiante de administración y marketing es destacar en los Parapanamericanos. Y aunque los 1500 metros no son su especialidad, Efraín Sotacuro tomará el riesgo con la mente puesta en una medalla. Para ello, se prepara de lunes a domingo, sin descanso. Ya sabemos que los retos y la fuerza de voluntad son lo suyo.
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