El mar dejó de ser la fuente de su sustento para convertirse en una amenaza de la que hay que huir tierra adentro cada vez que una fuerte réplica sacude la zona.
La sureña ciudad de Constitución se debate estos días entre el miedo a nuevos tsunamis, debido a las continuas réplicas del fuerte terremoto del pasado sábado, y la esperanza que supone la paulatina llegada de ayuda a una de las zonas más castigadas por el sismo.
Los habitantes de las zonas costeras de la región del Maule, arrasadas por un maremoto que siguió al sismo, que causó 802 muertos, intentan sobreponerse poco a poco al temor, aunque los continuos movimientos de tierra les recuerdan que la alerta aún no ha pasado.
El mar dejó de ser para ellos la fuente de su sustento para convertirse en una amenaza de la que hay que huir tierra adentro cada vez que una fuerte réplica sacude la zona.
"¡A los cerros!", gritan entonces los vecinos.
Por ello, en Constitución, a 360 kilómetros de Santiago, muchos de sus 50 mil vecinos han abandonado sus casas, algunas en mejor estado que otras, que incluso quedaron reducidas a escombros, y se han instalado con carpas (tiendas de campaña) en las zonas más altas de la costa.
"Hay gente que se está escondiendo en los campos y para allá no queda mucha comida", explicó a Efe Valentina Morales, una joven de 16 años que pernocta estos días en una quebrada cerca de un pequeño riachuelo del que puede beber.
La carencia de agua y comida ha empujado a los vecinos de Constitución a salir a las calles con carteles en los que piden ayuda, muchos de ellos escritos con faltas de ortografía, reflejo de su falta de oportunidades para acceder a una educación básica.
Estas imágenes contrastan además con las fotografías de saqueos y desmanes que llegan desde más al sur, desde la región del Biobío.
Aun así, a cinco días de la catástrofe, la ayuda, tanto de particulares como del Gobierno, comienza a llegar con cuentagotas.
En un colegio de Constitución, donde este miércoles debió haber dado comienzo al período escolar, los niños han dejado paso a los militares, unos 300, que han convertido las instalaciones en su puesto de mando y punto central para organizar el reparto de la ayuda.
Llegaron el domingo y, hasta el momento, han distribuido 7.000 raciones de alimentos, a razón de tres comidas por persona por día, según explicó a Efe el mayor Álvaro Arellano, encargado de mantener la seguridad en la ciudad.
A las puertas de esa escuela, militares y jóvenes forman una cadena para acumular víveres en un camión.
Los jóvenes se han desplazado desde Santiago en un viaje organizado por el partido derechista Renovación Nacional, al que pertenecía el presidente electo, Sebastián Piñera, que el próximo día 11 asumirá el poder.
"Venimos con agua y comida. Somos 32 personas. Algunos son médicos y otros ingenieros y constructores civiles", señaló Manuel Novoa, de 20 años, quien lleva una etiqueta con el lema "Levantemos Chile", nombre del plan de reconstrucción propuesto por Piñera.
En cambio, un vecino de la localidad deja traslucir de forma espontánea su molestia ante la actitud del próximo presidente, al que dice que él mismo apoyó.
"Ni siquiera se ha pronunciado sobre Constitución, cuando aquí fue donde sacó más (porcentaje de) votos de todo el país", critica Juan Padilla, de 47 años, que sí se muestra "conforme con lo que ha hecho el Gobierno" de Michelle Bachelet en esta ciudad.
Mientras Constitución se apresta para vivir una nueva noche bajo toque de queda, los militares, equipados con ametralladoras, patrullan la zona costera que llega a la caleta de Pellines, a unos veinte minutos de esa ciudad.
Allí, las familias que vivían en la costa se han trasladado a los cerros de forma organizada.
"No hay vandalismo. Unos con otros nos cuidamos. En el día bajamos a cocinar y en la noche dormimos arriba", cuenta Norma Pérez, de 53 años, que ha recibido ayuda de otros vecinos, como muestra de que el desastre no ha podido arrasar con la solidaridad y la esperanza. EFE
Los habitantes de las zonas costeras de la región del Maule, arrasadas por un maremoto que siguió al sismo, que causó 802 muertos, intentan sobreponerse poco a poco al temor, aunque los continuos movimientos de tierra les recuerdan que la alerta aún no ha pasado.
El mar dejó de ser para ellos la fuente de su sustento para convertirse en una amenaza de la que hay que huir tierra adentro cada vez que una fuerte réplica sacude la zona.
"¡A los cerros!", gritan entonces los vecinos.
Por ello, en Constitución, a 360 kilómetros de Santiago, muchos de sus 50 mil vecinos han abandonado sus casas, algunas en mejor estado que otras, que incluso quedaron reducidas a escombros, y se han instalado con carpas (tiendas de campaña) en las zonas más altas de la costa.
"Hay gente que se está escondiendo en los campos y para allá no queda mucha comida", explicó a Efe Valentina Morales, una joven de 16 años que pernocta estos días en una quebrada cerca de un pequeño riachuelo del que puede beber.
La carencia de agua y comida ha empujado a los vecinos de Constitución a salir a las calles con carteles en los que piden ayuda, muchos de ellos escritos con faltas de ortografía, reflejo de su falta de oportunidades para acceder a una educación básica.
Estas imágenes contrastan además con las fotografías de saqueos y desmanes que llegan desde más al sur, desde la región del Biobío.
Aun así, a cinco días de la catástrofe, la ayuda, tanto de particulares como del Gobierno, comienza a llegar con cuentagotas.
En un colegio de Constitución, donde este miércoles debió haber dado comienzo al período escolar, los niños han dejado paso a los militares, unos 300, que han convertido las instalaciones en su puesto de mando y punto central para organizar el reparto de la ayuda.
Llegaron el domingo y, hasta el momento, han distribuido 7.000 raciones de alimentos, a razón de tres comidas por persona por día, según explicó a Efe el mayor Álvaro Arellano, encargado de mantener la seguridad en la ciudad.
A las puertas de esa escuela, militares y jóvenes forman una cadena para acumular víveres en un camión.
Los jóvenes se han desplazado desde Santiago en un viaje organizado por el partido derechista Renovación Nacional, al que pertenecía el presidente electo, Sebastián Piñera, que el próximo día 11 asumirá el poder.
"Venimos con agua y comida. Somos 32 personas. Algunos son médicos y otros ingenieros y constructores civiles", señaló Manuel Novoa, de 20 años, quien lleva una etiqueta con el lema "Levantemos Chile", nombre del plan de reconstrucción propuesto por Piñera.
En cambio, un vecino de la localidad deja traslucir de forma espontánea su molestia ante la actitud del próximo presidente, al que dice que él mismo apoyó.
"Ni siquiera se ha pronunciado sobre Constitución, cuando aquí fue donde sacó más (porcentaje de) votos de todo el país", critica Juan Padilla, de 47 años, que sí se muestra "conforme con lo que ha hecho el Gobierno" de Michelle Bachelet en esta ciudad.
Mientras Constitución se apresta para vivir una nueva noche bajo toque de queda, los militares, equipados con ametralladoras, patrullan la zona costera que llega a la caleta de Pellines, a unos veinte minutos de esa ciudad.
Allí, las familias que vivían en la costa se han trasladado a los cerros de forma organizada.
"No hay vandalismo. Unos con otros nos cuidamos. En el día bajamos a cocinar y en la noche dormimos arriba", cuenta Norma Pérez, de 53 años, que ha recibido ayuda de otros vecinos, como muestra de que el desastre no ha podido arrasar con la solidaridad y la esperanza. EFE
Comparte esta noticia