Lavado frecuente de manos, uso de las mascarillas y distancia social. Estas medidas han sido –y no olvidemos que aún son– las mejores armas que tenemos para reducir la posibilidad de infectarnos con el SARS-CoV-2.
Lavado frecuente de manos, uso de las mascarillas y distancia social. Estas medidas han sido –y no olvidemos que aún son– las mejores armas que tenemos para reducir la posibilidad de infectarnos con el SARS-CoV-2. Son las conocidas en algunas campañas institucionales como “MDM”: manos, distancia, mascarilla.
¿Fácil, verdad? Pues no lo es tanto. La encuesta COSMO-Spain que llevan a cabo de forma periódica el Instituto de Salud Carlos III en colaboración con la Organización Mundial de la Salud, la Universidad de Murcia y la Universidad de Cádiz indica, en su última ronda de marzo 2021, que en España empiezan a relajarse las medidas de prevención MDM. La única salvedad es que se mantiene el uso de gel hidroalcohólico.
¿A qué se debe esto, cuando sabemos que el virus sigue ahí y las UCI tienen aún a muchos pacientes luchando por su vida? ¿No es una paradoja que nos estemos relajando cuando sabemos que aún no se ha acabado, ni de lejos, la pandemia? No, no lo es. Es simplemente que nuestra motivación para seguir las normas está bajando y si la motivación para llevar a cabo un comportamiento no es la adecuada, la probabilidad de que este se lleve a cabo disminuye dramáticamente.
Llegados a este punto, hagámonos una pregunta: ¿se lava las manos las mismas veces y con el mismo cuidado que hace un año?
Más de una lectora o lector se dará cuenta de que, sin ser un acto consciente, ha ido reduciendo el número de veces que se lava las manos. Al quitarse la mascarilla, al volver de hacer la compra, o en cualquier otra ocasión en la que, al principio de la pandemia, siendo plenamente conscientes de que el lavado de manos era de las pocas cosas que podíamos hacer para no contagiarnos, se las lavaba.
Para explicar este fenómeno de una manera sencilla vamos a tomar el modelo de comportamiento del profesor de psicología Brian Jeffrey Fogg de la Universidad de Stanford. En su modelo, el Behavior Fogg Model (B=MAP), nos dice que para que llevemos a cabo un comportamiento debemos tener, a la vez, un adecuado nivel de motivación (M, motivation), la capacidad de poder llevarlo a cabo (A, ability) y tenemos que recibir una señal para hacerlo (P, prompt)
Pensemos en el lavado de manos. ¿Tenemos la capacidad para hacerlo? En principio sí. Todos tenemos acceso a agua corriente y jabón. Es algo que no nos cuesta demasiado tiempo, ni dinero, que no nos ocasiona ningún cambio en nuestra rutina y que tampoco requiere un gran esfuerzo mental. Es decir, es un comportamiento fácil de llevar a cabo en los países desarrollados.
Pasemos a otro elemento del modelo de Fogg, la motivación. Este autor parte de la premisa de que nuestra motivación es como una especie de montaña rusa que sube y baja en función de tres elementos contrapuestos: placer frente a dolor, esperanza frente a miedo y aceptación social frente a rechazo social.
Cómo ha cambiado nuestra visión de la higiene de manos
Al principio de la pandemia quizás nos lavábamos más por miedo a la enfermedad, quizás también por el hecho de que el lavado de manos nos alejaba del potencial dolor de contraer la enfermedad, porque las autoridades sanitarias nos lo recomendaban y porque era lo que aceptado socialmente en nuestro entorno.
Pero quizás ahora las cosas han cambiado. De hecho, la encuesta COSMO-Spain en su última ronda (marzo 2021) indica que el porcentaje de personas que consideran que, en caso de contagiarse, la enfermedad sería para ellos grave o muy grave es del 35 % (una percepción más baja que en otras rondas). También disminuye la percepción de riesgo de contagiarse en determinadas situaciones sociales, y lo que puede ser peor, aumenta la percepción de que es fácil evitar contagiarse (un 29 % lo opina).
¿Y el último elemento? ¿Y la señal? Fogg la denomina prompt (P). En esa señal está la clave de por qué, pese a todo, la encuesta COSMO-Spain indica que el uso de gel hidroalcohólico se mantiene a un nivel similar a olas anteriores. Esto, a pesar de que se relajan todas las normas.
Esto se debe a que, en el caso del gel hidroalcohólico, la bajada de motivación para lavarse las manos (M) se compensa con que es cada vez más fácil encontrar dispensadores de gel en cualquier comercio (A). Además, al estar en público sentimos la presión social de utilizarlos. Lo mejor es que casi siempre están situados estratégicamente en la entrada de los comercios de tal manera que casi nos tropezamos con ellos. Esta es la mejor señal/recordatorio (P) de que debemos utilizarlos. Y lo hacemos.
¿Soluciones para lavarse más las manos en casa? Identifique su «señal». Podemos pedir a los pequeños que nos hagan un cartel en la puerta de casa, del aseo, ponernos alarmas en el móvil, poner un bote de jabón más visible en nuestro cuarto de baño o «controlarnos los unos a los otros en casa» y quién no cumpla… ¡paga los helados! Lo que cada uno prefiera. Pero no nos dejemos de lavar frecuentemente las manos. Puede que pensemos que ya no tanto como antes, pero aún nos va la salud y quizás la vida. Con o sin covid-19.
Manuel Armayones Ruiz, Investigador en el eHealth Center de la UOC. Profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación UOC, UOC - Universitat Oberta de Catalunya
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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