Mattarella, que fue recibido por una larga ovación de todo el Parlamento, explicó que representará ´la unidad nacional y las esperanzas y aspiraciones´ de los italianos.
El nuevo presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, juró hoy su cargo e instó durante su discurso de investidura a "invertir el ciclo económico" y a que el saneamiento siga y esté articulado con el crecimiento en Europa.
Mattarella, que fue recibido por una larga ovación de todo el Parlamento, explicó que representará "la unidad nacional y las esperanzas y aspiraciones" de los italianos.
El nuevo presidente dedicó la primera parte de su discurso a la crisis económica, que "ha inferido heridas y producido marginación, soledad, tantas dificultades, ha creado exclusión, ha aumentado las injusticias y ha generado nueva pobreza".
En su discurso Matarella exhortó a la clase política italiana a realizar con "urgencia" las reformas institucionales y económicas "para dar una respuesta eficaz a la comunidad".
Mattarella no olvidó el importante aumento del desempleo, sobre todo en el sur del país y recordó como en la Constitución existe el "derecho al trabajo", y también pidió a todos "a asumir la responsabilidad de que los italianos se acerquen a las instituciones".
Destacó que la prioridad debe ser "la lucha contra la mafia y la corrupción", de la que dijo "ha alcanzado niveles inaceptables".
"La corrupción devora los recursos que podrían ser destinados a los ciudadanos, impide la correcta explicación de las reglas del mercado y favorece a las camarillas y penaliza a quien es honesto y capaz", agrego, citando también al papa Francisco, quien siempre ha clamado contra la mafia y la corrupción.
Sobre la mafia, calificó de "alarmante" su difusión, tanto de las "antiguas como de las nuevas", y aseguró que se trata de "un cáncer penetrante que destruye las esperanzas (...) y pisa los derechos".
En su alocución, Mattarella recordó las figuras de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, asesinados por la mafia siciliana, Cosa Nostra, en 1992.
Una buena parte de su discurso estuvo dedicado al terrorismo y a la violencia en nombre de la religión y recordó: "Estamos horrorizados por la barbarie de las decapitaciones de rehenes, de las guerras y de las masacres en Oriente Medio y África y los últimos trágicos sucesos como los de París".
Mattarella rememoró como también Italia ha sido víctima del odio en nombre de la fe y citó a Stefano Tachè, el niño de dos años que murió en el atentado a la sinagoga de Roma en 1982.
También citó a los tres italianos, el sacerdote Paolo Dall"Oglio, Giovanni Lo Porto e Ignazio Scaravilli, que han sido secuestrados en varios países de Oriente Medio y de los que no se tienen noticias desde hace tiempo.
"La lucha contra el terrorismo debe ser realizada con firmeza, inteligencia y capacidad de discernimiento. Una lucha que no puede prescindir de la seguridad. El Estado debe garantizar el derecho a una vida serena y sin miedo", añadió.
Mattarella, juez y siciliano, vivió el drama de los atentados de la mafia en su propia familia ya que su hermano Piersanti fue asesinado por Cosa Nostra en 1980 cuando era presidente de la Región de Sicilia.
También hubo una referencia al drama de la inmigración e instó a la Unión Europea a ser más "atenta y solidaria" pues es "una emergencia grave y dolorosa" en la que "Italia está realizando bien su parte".
Uno de los pasajes más aplaudidos fue cuando habló de su cargo y explicó que "un arbitro debe aplicar las reglas. Un arbitro debe y será imparcial, pero los jugadores lo deben ayudar con su corrección".
EFE
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