De acuerdo con un estudio realizado a nivel europeo, afectaría a más del 30 % de las gestantes.
La obesidad es un problema de salud cada vez más presente en nuestra sociedad: según las estimaciones, figura como quinta causa de muerte en el mundo. Porque no es ningún secreto que el exceso de peso aumenta las probabilidades de desarrollar numerosas enfermedades crónicas, como el cáncer, la diabetes, el síndrome metabólico o las enfermedades cardiovasculares.
Las mujeres embarazadas no son ajenas a esta realidad: los datos muestran que cada vez hay un mayor número de ellas con problemas de obesidad. De acuerdo con un estudio realizado a nivel europeo, afectaría a más del 30 % de las gestantes. Es un serio factor de riesgo, con el agravante de que nos enfrentamos a un periodo crítico tanto para la madre como para el bebé.
Obesidad y embarazo: cuáles pueden ser las consecuencias
Así, el exceso de peso incrementa las probabilidades de que la mujer embarazada tenga niveles elevados de azúcar en la sangre o hipertensión, lo cual puede acarrear complicaciones graves. También puede alterar la cantidad de líquido amniótico y aumentar el riesgo de que los bebés sean extremadamente grandes.
A la hora del parto, el factor obesidad acrecienta la posibilidad de que haya que recurrir a instrumentos como la ventosa o el fórceps, así como finalizar por medio de una cesárea. También es más común que el bebé sea prematuro, con el consiguiente riesgo de complicaciones como que sufra bajadas de azúcar e, incluso, que sea necesario ingresarlo en la unidad de neonatos.
Un obstáculo para la lactancia
Además, cada vez hay más estudios centrados en la relación entre obesidad y la lactancia materna. Recientemente, más de 5 000 madres han participado en un trabajo donde se constata esa asociación.
En primer lugar, se ha observado que es menos probable que las madres obesas adopten la lactancia materna como medio de alimentación. Y aquellas que sí lo hacen dan el pecho a sus bebés durante menos tiempo que las mujeres con peso normal.
Las razones por las que esto sucede son complejas. Por un lado, puede deberse a problemas a nivel endocrino que retrasan la producción de leche; y por otro, a factores relacionados con la esfera social, como una peor autoimagen o la discriminación de la sociedad a las mujeres obesas.
El hecho de que aumenten las posibilidades de tener un parto por cesárea tampoco ayuda. Esta intervención se ha asociado con un mayor riesgo de separación entre madre e hijo tras el nacimiento, lo que dificulta el inicio temprano de la lactancia.
Si nos centramos en lo que relatan las propias afectadas, encontramos que durante el tiempo que permanecen en el hospital las madres con exceso de peso experimentan una menor sensación de subida de la leche y un mayor nerviosismo. Ya en casa, continúan presentando menor ingurgitación mamaria (llenado excesivo de los senos) y, más habitualmente, problemas relacionados con que el bebé no adquiera el peso suficiente.
Leche materna: un sinfín de beneficios
Hoy, adoptar la lactancia se considera una medida de salud pública. Diseñada exclusivamente para los bebés, la leche materna es de fácil digestión y permite la absorción adecuada de todos sus nutrientes. Además, su composición no es igual durante todo el período de lactancia, sino que va variando de acuerdo a las necesidades del bebé.
Las ventajas van más allá de sus propiedades nutricionales: protege frente a infecciones, previene la muerte súbita del lactante, disminuye el riesgo de que el niño padezca diabetes e incluso evita las caries.
Y por si fuera poco, este tipo de alimentación también beneficia a las madres. Dar el pecho reduce los sangrados excesivos después del parto, previene la hipertensión y la diabetes y ejerce un efecto protector frente a los tan temidos cáncer de mama y de ovario.
Medidas para fomentar la lactancia
Es lógico que existan múltiples iniciativas para favorecer la lactancia, pero ninguna ha sido diseñada para las mujeres con obesidad. Estas medidas específicas deberían centrarse no solo en las primeras horas de vida del bebé, cuando se puede favorecer el inicio de este tipo de alimentación: hacer un seguimiento prolongado, más allá del ingreso hospitalario, ayudaría además a prolongar su duración.
De ese modo, las madres tendrían más recursos para resolver las dudas y solventar las dificultades que se les presentan a lo largo del proceso. Esto permitiría aumentar el número de bebés que se alimentan con leche materna y disfrutan de sus múltiples beneficios.
Ana Ballesta Castillejos, Doctora en Ciencias de la Salud, Matrona, Servicio de Salud de Castilla-La Mancha; Antonio Hernández Martínez, Profesor Enfermería Maternal e Infantil. Departamento de Enfermería, Fisioterapia y Terapia Ocupacional, Universidad de Castilla-La Mancha y Julián Rodríguez Almagro, Profesor Contratado Doctor. Grupo ICE., Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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