El presidente Donald Trump pronunció su segundo discurso sobre el Estado de la Unión, que parece haber convencido a la mayoría de sus compatriotas. La oposición interpreta que Trump ha lanzado su plataforma para la elección presidencial del próximo año.
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La política es la actividad que consiste en traducir ideas e ideales a políticas públicas capaces de transformar las condiciones de vida de la gente. Hacer política supone movilizar líderes y presupuestos al servicio de una visión de las instituciones que se quiere construir o perfeccionar. Por eso todo poder engendra rituales y narrativas. Este martes lo hemos visto con el discurso sobre el Estado de la Unión pronunciado por el presidente Donald Trump, de acuerdo a la tradición inicada por George Washington.
Durante hora y media, Donald Trump se esforzó en transportar a sus compatriotas a un mundo ideal de héroes amenazados por el mal. Con un talento que le debe mucho a su larga experiencia en la televisión, preparó cuidadosamente su intervención presentando a narcotraficantes amnistiados y convertidos en pastores religiosos, a sobrevivientes del holocausto, a protagonistas del Desembarco de Normandía, a policías que han resistido ataques terroristas, a un astronauta y a una niña curada de un raro cáncer.
El discurso fue incluso interrumpido para cantar Feliz Cumpleaños a un joven judío en 1945 que vio llegar soldados norteamericanos para liberar el campo de concentración de Dachau. Trump se esforzó en probar a sus compatriotas que Estados Unidos es lo mejor que le ha pasado a la humanidad, por lo menos desde el nacimiento de Jesucristo. Junto a esta narrativa heroica y nacionalista, el presidente repitió cifras para afirmar la idea de una brillante gestión de la Economía: la tasa de desempleo es la más baja de los últimos cincuenta años hasta alcanzar 157 millones de personas empleadas, con una mayoría de mujeres.
En ese clima de autosatisfacción, Trump anunció nuevas tareas: el empoderamiento económico de mujeres en países en desarrollo, la reducción del costo de los medicamentos y la consolidación de la superioridad militar de Estados Unidos. A partir de esa narrativa idealizada, Trump pudo criticar actitudes que en su visión son expresiones de sectarismo: hacer investigaciones sobre su complicidad con los servicios rusos de inteligencia, por ejemplo. O cuestionar su idea de un muro a lo largo de la frontera con México.
El espectador seducido no se dará cuenta de los temas que han quedado completamente omitidos, como el cambio climático. Por supuesto, ni mencionar que apenas hace pocas semanas el gobierno se hallaba clausurado, por la obstinación de Trump en obtener de una Cámara en la que ha perdido la mayoría el financiamiento del muro.
El Papa y Venezuela
Horas antes, el Papa Francisco se expresaba, de acuerdo a una tradición reciente, en el avión que lo llevaba de regreso de Abu Dabi a Roma. El Papa dijo saber que lo esperaba en Roma una carta de Nicolás Maduro solicitándole su mediación para resolver la grave crisis de Venezuela. Afirmó que solo aceptaría si las dos partes solicitan la mediación, como fue el caso de Juan Pablo II cuando la tensa disputa por límites entre Argentina y Chile.
El Vaticano conoce de cerca la situación en Venezuela, puesto que el Secretario de Estado, Pietro Parolin, fue Nuncio en Caracas. Y sufre la presión de obispos que conociendo la situación del terreno, se hallan identificados con la oposición. Pero el Papa hizo saber que aceptar nuevamente una tarea de mediación exige condiciones que no parecen dadas. El Vaticano no quiere que se repita lo que ya vivió en Venezuela: servir para que la autocracia gane tiempo y la oposición pierda la esperanza en el cambio. Francisco lo dijo a su manera: “Solo se parió un ratoncillo”.
También nosotros debemos escoger entre una narrativa republicana con la que se identifiquen los peruanos o parir un ratoncillo.
Las cosas como son
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