Esta es la elección presidencial, que se celebrará el 28 de octubre, más polarizada en la historia de Brasil.
El balotaje presidencial del 28 de octubre en Brasil entre el ultraderechista Jair Bolsonaro, gran favorito tras su holgada victoria en primer turno, y el izquierdista Fernando Haddad promete más que dos semanas de tensa campaña.
Duelo de extremos
Esta es la elección más polarizada en la historia de Brasil.
Por un lado Bolsonaro, un impulsivo excapitán del Ejército que promete liberar el porte de armas, vender empresas estatales, colocar militares al frente de los ministerios y terminar con la corrupción.
Y por el otro Haddad, sustituto del encarcelado expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, un exalcalde de Sao paulo de formación universitaria, de hablar pausado, partidario del "desarrollo con inclusión", de aumentar el gasto público y de terminar con las privatizaciones.
"Está en juego el indulto de Lula y el fin de Lava Jato", la megaoperación anticorrupción que involucró a decenas de políticos, suele advertir Bolsonaro. Están "en riesgo" la democracia y los derechos de los trabajadores, advierte Haddad.
La tensión ha derivado en agresiones y amenazas de manos de supuestos bolsonaristas, e incluso un maestro de capoeira fue asesinado -según testigos- tras increpar a un votante de Bolsonaro.
Ambos candidatos se acusan del bombardeo de noticias falsas que circulan sin control por las redes sociales desde el inicio de la campaña.
Mercado de apoyos
El 46,03% de los votos que obtuvo Bolsonaro el domingo lo dejan al borde la victoria en el balotaje, y hacen que Haddad (29,28%) necesite un vuelco histórico para lograr la quinta victoria consecutiva del Partido de los Trabajadores (PT) en una presidencial.
Desde el domingo, ambos han moderado sus posturas en un intento de conquistar al 25% de votantes que no votaron por ellos y de atraer a los partidos y una parte del 20% de abstencionistas.
"Haddad necesitará promover más cambios en su estrategia que su adversario, adoptando un perfil más centrista, sobre todo en relación a la política económica", explica Thomaz Favaro, analista de Control Risks.
Pero Haddad sufrió una decepción el miércoles, cuando el partido del centrozquierdista Ciro Gomes, el tercero más votado (12,47%), declaró que solo le daría un "apoyo crítico".
Virtual y con más TV
Bolsonaro, que el pasado 6 de septiembre recibió una puñalada que le apartó de la campaña callejera y le obligó a concentrase -con mucho éxito- en las redes sociales, seguirá siendo un candidato virtual, muy activo en Twitter y Facebook.
Pero además cuenta desde el viernes con cinco minutos diarios de propaganda televisiva gratuita -frente a los 8 segundos tres veces por semana que tuvo en el primer turno-, que le darán mucha mayor exposición, especialmente entre los estratos sociales con menos acceso a internet.
El exmilitar, que se ha granjeado el apoyo de los mercados, se estrenó con una publicidad en la que agita los fantasmas "comunistas" que supuestamente rondan al PT, y muestra su lado menos rudo: el de un padre que llora de felicidad por su pequeña hija.
Haddad, entretanto, aprovechó su tiempo para denunciar la "violencia" de Bolsonaro, esbozar algunas ideas de gobierno y presentarse como un académico y político preparado, que "además toca guitarra".
El izquierdista quiere forzar un debate, pero su adversario se escuda en su estado de salud, aunque eso no le ha impedido dar entrevistas.
Haddad no es Lula
La animadversión a Lula entre buena parte de la sociedad vuelve más difícil que su delfín Haddad construya una alianza de "fuerzas democráticas" para aislar al controvertido exmilitar, al estilo del Frente Republicano que bloqueó a los ultraderechistas Jean-Marie y Marine Le Pen en Francia.
Tal vez consciente de eso, Lula pidió el martes a Haddad que no vuelva a visitarle a la cárcel de Curitiba (sur), como hacía todos los lunes, y que se dedique a hacer campaña, según la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann.
Habrá que ver hasta qué punto Haddad puede ganar autonomía de su mentor y qué impacto tiene esa jugada de disociación en la intención de voto. La única encuesta realizada hasta ahora desde el domingo lo sitúa a 16 puntos por debajo de Bolsonaro (58% contra 42%).
AFP
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